Colaborador: Rubén Arroyo Arámbul (Cronista e historiador municipal) 

Tierra de Aguacates

Ahuacatlán, “tierra de aguacates”, fue un importante lugar prehispánico que abarcaba varios municipios de la región. Ubicado en la Zona Pastoral Sur de la Diócesis de Tepic, es un municipio con gran antigüedad desde sus orígenes, pues datos históricos relatan que después de realizadas las conquistas militares por los españoles –la primera entre septiembre y octubre de 1524 y la segunda entre el 10 y el 12 de mayo de 1530– es que se da la evangelización a los oriundos del lugar, cuando fray Francisco Lorenzo funda el templo y el convento dedicados a la devoción de San Juan Evangelista.


Encuentro milagroso

Era ya el siglo XVIII cuando ocurre la llegada “milagrosa” de la imagen de San Francisco de Asís. No se cuenta con datos escritos de tal suceso, pero lo que ha quedado marcado en la tradición de la gente es que los antepasados contaban que en los lomos de una mula que no estaba marcada con fierro venía cargando un cajón que parecía ataúd, se paseaba vagabunda por la villa de Ahuacatlán y finalmente llegó al convento. El fraile guardián, al ver el estado lastimoso en que se encontraba la acémila, decidió llevarla a la caballeriza, e inmediatamente el prior del convento fue avisado; al siguiente día, el alcalde mayor, y en presencia de los frailes,  procede a abrir el cajón; al quitar la tapa se desprendió una fuerte y exquisita fragancia; cuando las finas telas fueron retiradas, salió descubierta la imagen de San Francisco de Asís; se dice que en ese momento las campanas empezaron a repicar solas y una nube de blancas palomas revoloteaba sobre el atrio parroquial. 

Los habitantes cuentan que ese acontecimiento fue interpretado como que San Francisco de Asís “quiso quedarse en Ahuacatlán”.  A partir de ahí es que la devoción popular se inclinó a este santo, y que a partir del siglo XIX, hasta hoy, sigue siendo considerado como santo patrono.

Fotografía de paisaje de Ahuacatlan
    Fotografía por cortesía de Rubén del Toro López
    Fotografía del templo de Ahuacatlán
      Fotografía por cortesía de Rubén del Toro López

      Otro acontecimiento que se relata es el “encuentro” entre San Francisco de Asís y el Tigre de Álica (Manuel Lozada), por lo que ese suceso lo va a convertir en el santo más popular de la comarca, y que a partir de ahí es que surge la tradición de las peregrinaciones y la feria regional bajo el mecenazgo de Lozada, originando paralelamente la construcción de la plaza de toros “El Coliseo”, donde se realiza la tradición taurina en las mismas fiestas de Ahuacatlán.


      Fiestas patronales de tradición

      Las fiestas religiosas en honor a San Francisco de Asís tienen ya un gran sentido de tradición, pues desde su origen se iniciaban en un completo orden y sin alteraciones en su desarrollo; a la par, la feria iba adquiriendo año con año fama y prestigio; por supuesto que la actividad económica fue favorecida desde sus inicios, aunque no como quisieran en su momento, puesto que, al no contar con suficiente campo de hospedaje, los visitantes residían en Ixtlán del Río y no en Ahuacatlán. 

      Ya a principios del siglo XX, a petición de algunos líderes políticos, comerciantes y personas interesadas en la mejora de la imagen urbana y de servicio se abren dos nuevos hoteles, se da mantenimiento a los mesones existentes y corralones para guardar las bestias de carga; así mismo, se inicia con el ordenamiento para la sanidad y buen uso del lugar, se cuida el área por donde transitan las peregrinaciones y se trata de conservar la tradición.

      Es de mencionar que tal proyecto se tuvo en el año 1911 y que lamentablemente no se pudo culminar por el vértigo de la lucha de la revolución mexicana, ocasionando un decremento en las fiestas patronales y en los eventos de la feria, pues además del caos nacional había un clima antirreligioso y anticlerical. 

      Años posteriores se trató de recuperar la tradición que anteriormente se tenía, aunque no hubo mucho éxito. 

      Teniendo la presión del pueblo y con el interés de que la fiesta patronal recuperara su esplendor, se busca retomar lo que antiguamente se venía haciendo. En 1955, con el párroco José de Jesús Salcedo Curiel se impulsó el interés para retomar nuevamente la tradición a través de la religiosidad popular, con peregrinaciones, carros alegóricos y abundante cohetería, teniendo un excelente resultado, pues además de retomar las tradiciones en las fiestas se tuvo como fruto la danza ahuacatlense, que en la actualidad representa un bien cultural y artístico que enorgullece a la población.

      Fotografía de la icónica plaza de toros
        Fotografía por cortesía de Rubén del Toro López

        Paralelamente, en los festejos de la feria se observan cambios importantes. A principios de 1958, siendo gobernador del Estado de Nayarit el ahuacatlense Francisco García Montero, la antigua plaza de toros El Coliseo es demolida y se construye la nueva, El Recuerdo, que es inaugurada el día 4 de octubre del mismo año con un cartel de lujo; a partir de esa fecha la tradición taurina se robustece y sigue vigente hasta la fecha. La feria popular se oficializa en 1980.

        Actualmente, las transformaciones han sido notables en los últimos años; servicios, más y mejor transporte y comunicaciones ha facilitado las visitas, entrando modernizados en esos aspectos al siglo XXI. Hoy la religiosidad popular crece y el turismo religioso se oficializa y divulga de forma especial por la autoridad civil y religiosa. 

        Identidad regional, religiosa y comercial tradicional convergen con el nuevo turismo religioso y cultural. Desde la "Pastoral de Turismo" de 1969 se aceptaba a éste como fenómeno social, se considera que el turismo puede llegar a ser una oportunidad para evangelizar.    

        Por su parte, la Diócesis de Tepic y la Parroquia se ocupan también de colaborar en lo posible para recibir adecuadamente a los devotos y mantener las tradiciones locales en torno a las imágenes, en esa línea a veces poco visible y no siempre recíproca entre catolicismo popular y las prácticas litúrgicas oficiales.

        Todo lo cual invita a la reflexión y discusión sobre los alcances de la fe y la religión, cómo la sociedad se transforma y las devociones religiosas perviven, se retroalimentan y extienden entre sus seguidores; se fomentan por las autoridades y poderes públicos y religiosos y se desean por la población de los lugares.