Frecuentemente escuchamos referencias a la cruz de cada día como aquellas cargas o situaciones dolorosas que debemos soportar de una manera resignada, ineludible, como una obligación que debe asumirse sin quejumbres. ¡Esta es la cruz que Dios quiere para mí!, ¡es tu cruz, no la rechaces! 

Interpretar y asumir de esta manera la cruz lleva en ocasiones a soportar malos tratos, vida indigna, relaciones poco saludables y hasta situaciones violentas. ¿Será ésta la cruz de la que Jesús habla cuando lanza la invitación a tomar la cruz de cada día y seguirle, o a qué se refiere? ¿Qué significa llevar o cargar la cruz?

Dia de la Cruz - Revista católica La Senda
    Llevar la cruz no significa algo negativo
    De la mano con algunos textos bíblicos tratemos de descubrir el significado de la cruz en la vida del cristiano que, como discípulo, está invitado a seguir los pasos de su Maestro. Tomaré principalmente como guía y referencia el evangelio de Marcos (8, 27-10, 52). El Evangelio de Marcos nos muestra a Jesús siempre en acción, siempre está haciendo algo, curando, expulsando demonios, debatiendo en controversias con los adversarios, haciendo oración, enseñando, y hasta enfatiza el ir y venir de Jesús en el camino.

    El camino como lugar de enseñanza

    Jesús aprovecha cualquier momento para enseñar a los suyos. En distintas ocasiones, nos dicen los evangelios, Jesús subía a la barca para instruir a sus discípulos; alejaban un poco la barca y sentado en ella se ponía a enseñar. 

    En los pasajes de Marcos que hemos mencionado, el “camino” se convierte en la escuela y el lugar de aprendizaje, supliendo así a la barca y a esos otros lugares en los que el grupo de los doce y los discípulos escuchaban al Maestro. El camino se vuelve esencial en diversos momentos de la vida discipular y en su relación con el Maestro. Jesús enseña no sólo con palabras, sino con los hechos, por esta razón vive y hace primero lo que pide de sus seguidores. No sólo señala el camino para que lo transiten quienes adopten su forma de vida, Él mismo recorre el camino y Él es el camino.


    El camino y la cruz

    Veamos más de cerca el “camino” en cinco escenarios a lo largo de estos pasajes. 

    En una primera escena (8, 27-38) leemos: “Jesús salió con sus discípulos hacia los pueblos de Cesarea de Filipo, y por el camino les preguntó: ¿quién dice la gente que soy yo?”; después de escucharlos anuncia por vez primera su pasión y resurrección, y ante la reacción de Pedro Jesús aprovecha para reunir a la gente y a sus discípulos y les dice: “Si alguno quiere venir detrás de mí, que renuncie a sí mismo, que tome su cruz y que me siga”. Es aquí en la primera escena donde aparecen tres demandas o peticiones: la renuncia a sí mismo, tomar la cruz y seguir al maestro. En realidad, son tres condiciones para una vivencia plena del ser discípulo, y están íntimamente conectadas entre sí como los tres lados de un triángulo equilátero; es cierto que la memoria colectiva conserva privilegiadamente el tomar o cargar la cruz, pero igualmente importantes son la renuncia a sí mismo y el ir detrás de Jesús para que el discípulo conforme su vida con la del maestro, porque en esas dos cosas, la renuncia y el seguimiento auténtico y fiel radica el tomar la cruz. Notemos pues que la cruz está presente en el arranque de estas cinco escenas y que su sombra o implicaciones se prolongan hasta el final del camino en Jerusalén.

    La segunda estampa, (9, 33-34) nos dice: “Llegaron a Cafarnaúm, y una vez en casa les preguntó: ¿De qué discutían por el camino? Ellos callaban, pues por el camino habían discutido acerca de quién era el más importante”. Aquí podemos hablar de la cruz como renuncia a sí mismo, donde el único importante es Dios y lo que más importa es hacer su voluntad.  

    En un tercer momento, (Mc 10, 17), “(Jesús) Iba ya de camino cuando se le acercó uno corriendo, se arrodilló ante él y le preguntó: Maestro bueno, ¿qué debo hacer para ganar la vida eterna?”. La cruz también es desprendimiento, desasimiento, abandono en la providencia de Dios. 

    El cuarto escenario (Mc 10, 32): “Subían camino de Jerusalén y Jesús iba delante de sus discípulos que lo seguían admirados y asustados. Entonces tomó consigo una vez más a los doce y comenzó a decirles lo que le iba a pasar”. La cruz como entrega plantea también la posibilidad de enfrentar traiciones, condenas, burlas o maltratos.

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      Jesús subía a la barca para instruir a sus discípulos

      Por último, (Mc 10, 46) el relato nos conduce a Jericó: “Llegaron a Jericó. Más tarde, cuando Jesús salía de allí acompañado por sus discípulos y por bastante gente, el hijo de Timeo, Bartimeo, un mendigo ciego, estaba sentado junto al camino”. La cruz no es una actitud de fe y esperanza pasiva ante la enfermedad (ceguera), sino impulso que busca la compasión y la acción de Dios en nuestras vidas.


      Incapacidad de los discípulos para entender

      Lo que la cruz implica no siempre es bien recibido o asimilado por los doce; en el evangelio de Marcos, a cada uno de los tres anuncios de la pasión se presenta como respuesta la incapacidad de los discípulos para entender. Después del primer anuncio, Pedro se interpone en el camino. El apóstol olvida que el lugar del discípulo es estar con Jesús y detrás de su Maestro, siguiéndole, pero no frente a Jesús obstaculizando el camino. Ante el segundo anuncio de la pasión que es entrega total y generosa, y como la cruz es una invitación a la renuncia de sí mismo, los doce reaccionan buscando protagonismos: “¿quién es el más importante?”. Finalmente, y como reacción al tercer anuncio de la pasión, corresponde la inquietud y el ansia de poder que se manifiesta buscando puestos de honor, esta vez en las personas de Juan y Santiago, que quieren estar uno a la derecha y otro a la izquierda. No se ha entendido que la renuncia a sí mismo, la cruz y el seguimiento son una invitación a adentrarnos en la óptica de Dios y no medirlo todo con criterios meramente humanos. 

      Atinadamente un erudito biblista y sacerdote español, Santiago Guijarro Oporto, en su obra “El camino del discípulo” hace notar que a cada anuncio no sólo corresponde una reacción, sino también una instrucción de parte de Jesús maestro. A la reacción de Pedro viene la invitación de abrazar la cruz como requisito ineludible para el camino. A la segunda, que versa sobre ¿quién es el más importante?, viene la enseñanza sobre el servicio. Quien quiera ser el primero que sea el último de todos y el servidor de todos. Finalmente, a la búsqueda de puestos de honor y poder que encabezan los hijos del Zebedeo, Jesús responde con una nueva enseñanza renovada sobre la primacía del servicio. El servicio es propuesto como renuncia a la propia voluntad para en adelante asumir la voluntad del Padre, que nos invita a darnos sin límites; el servicio es propuesto como prolongación de la cruz que es entrega generosa, el servicio como distintivo y característica de vida discipular y seguimiento de Jesús.


      La cruz: sabiduría y poder de Dios

      Hemos dicho que la cruz que aparece en la primera escena situada en Cesarea de Filipo, prolonga su sombra que cubre y corteja todo el camino hasta Jerusalén. La cruz en el camino de nuestra vida toma distintas facetas: desprendimiento de bienes materiales, renuncia de vínculos familiares, renuncia de sí mismo, entrega, servicio, abandono en Dios, y nos acompaña en el camino discipular, pero que siempre apunta hacia el Gólgota, pero no como fin cruento o doloroso, sino como inicio de glorificación y de vida nueva.

      Para las personas del imperio grecorromano del primer siglo de nuestra era la cruz significaba escándalo por ser una forma dolorosa y humillante de muerte, un estigma social que toda familia o linaje trataba de evitar; por otra parte era una especie de locura por ser visto como un acto de barbarie y salvajismo. San Pablo nos dirá que la cruz es sabiduría y poder de Dios, por eso hoy en día vemos la cruz como la mayor muestra de amor, gracia y perdón.

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        La cruz: sabiduría y poder de Dios

        La cruz en nuestro camino

        Podemos llegar a unas primeras conclusiones diciendo qué no es la cruz. 

        La cruz de la que Jesús habla no es esa cruz que a la que popularmente nos referimos como una carga o sufrimiento en la vida, algo que debamos soportar. Coloquialmente decimos: es mi cruz, es tu cruz, debes aceptarla; la cruz no es el resignarnos a situaciones dolorosas o desgastantes sin sentido.

        El evangelio de Lucas narra en el capítulo 9 algunas vocaciones fallidas, por llamarle de algún modo. Cuando Jesús habla de las exigencias y de lo que implica el seguimiento, no tener dónde reclinar la cabeza, la renuncia a los bienes y a la familia, no hace sino explicitar lo que significa tomar la cruz. La cruz es renunciar a nuestros propios deseos o pensamientos para cumplir la voluntad de Dios. Tomar la cruz es estar dispuesto a dar muerte a todo aquello que nos aleja de Dios, es una invitación a no perdernos o destruirnos, sino paradójicamente salvar la vida perdiéndola, o nunca mejor dicho, entregándola.

        Para tomar la cruz y seguir a Cristo, el cristiano necesita: Dejar el egoísmo y entrar en la escuela del discipulado que pide la generosidad y entrega sin límites, es poner a Dios en primer lugar sabiendo que ser auténtico creyente no es dar algo de nuestro tiempo, como si la vida de fe fuera algo accesorio o un plan de tiempo compartido o una especie de voluntariado donde colaboro o me acerco ocasionalmente.

        Tomar la cruz de cada día es decirle al Señor como Jesús: que no se haga mi voluntad, sino la tuya; o como María, hágase en mí según tu palabra. Recordemos, no hay auténtico discípulo sin cruz. La cruz bien entendida es fecunda y da sentido a nuestro caminar, pero una vida infecunda y sin sentido, puede volverse una pesada cruz.

        ¿Tomar o cargar la cruz?

        Cuando hablamos de la cruz, hemos de tener en cuenta la versión del evangelio que leamos, para saber también por qué algunas versiones privilegian “cargar” y otros simplemente hablan de “tomar”, o “llevar”. Los evangelios de Marcos y Lucas utilizan en su versión griega el verbo αἴρω, que significa, entre otras cosas, levantar (cargar), tomar; mientras que la versión de Mateo utiliza el verbo λαμβάνω, que se traduce como tomar, recibir, coger.

        De igual modo en la Vulgata las versiones de Lucas y Marcos coinciden en el uso del verbo tollere (llevar), mientras que en la versión mateana encontramos accipere (recibir).

        Esto ha llevado a dos versiones distintas, la de Marcos y Lucas, donde habitualmente se traduce como cargar la cruz, y la de Mateo, donde se da preferencia a “tomar la cruz”; y como consecuencia lógica se habla de actitudes distintas: al cargar, como quien asume algo oneroso y por lo mismo en cierto sentido negativo, una obligación, un peso, algo que se soporta, o bien llevar, como quien asume con gusto la responsabilidad, quien generosamente acepta y recibe la cruz con actitud oblativa.