“Puesto que los padres han dado la vida a los hijos, tienen la gravísima obligación de educar a la prole y, por lo tanto, hay que reconocerlos como los primeros educadores de sus hijos. Este deber de la educación familiar es de tanta trascendencia que, cuando falta, difícilmente puede suplirse. Es pues, deber de los padres, crear un ambiente de familia animado por el amor, por la piedad hacia Dios y hacia los hombres, que fortalezca la educación integral, personal y social de los hijos” (Declaración sobre la Educación Cristiana de la Juventud, n. 3). 

Qué   palabras   tan   ciertas   y   comprometedoras  del   Concilio Vaticano II. Urge a los padres vivirlas, que despierten y que cumplan este deber; primero por amor a los hijos y luego por la gran responsabilidad que tienen con la sociedad y con la Iglesia.

Padres de familia: los principales responsables

Los papás son los verdaderos responsables de la educación en la fe y del crecimiento moral y espiritual de sus hijos; además, con su testimonio de vida –es decir, con su ejemplo– deben continuar la formación que se inicia con el bautismo, con una visión más madura y responsable. 

Se trata de vivir y fomentar, con sencillez y coherencia, la importancia y las  consecuencias de recibir los Sacramentos.

Si han decidido llevar a sus hijos para que reciban el Sacramento del Bautismo es porque están convencidos de que es lo mejor para ellos; y, por tanto, deben comprometerse a facilitarles lo que esto conlleva:

  • Asistir a la Santa Misa todos los Domingos y Fiestas de guardar.
  • Facilitarles el estudio de la doctrina llevándolos al Catecismo, para tener una fe bien fundamentada.
  • Recibir los demás Sacramentos.
  • Vivir con coherencia las responsabilidades del cristiano.
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    Nadie puede reemplazar las enseñanzas paternas

    Hoy en día escuchamos continuamente: “hay que cuidar el agua y la naturaleza, pues debemos heredar un mundo sano a la futura generación”; ciertamente eso es de suma importancia, pero en realidad lo que más tenemos que cuidar –o sea, educar– es a esa futura generación; de otra manera: “¿qué hijos le vamos a heredar a nuestro mundo?”.

    “Que la vocación de padre te lleve a ayudar a tus hijos para que se enfrenten, con amor de Dios y gallardía, al futuro” (Jesús Urteaga).

    Hay que dedicar tiempo a los hijos, pues ellos están por encima del dinero, del trabajo y de todas nuestras ocupaciones. Háblales de Dios, de la vida, de la muerte, del amor, del carácter divino que tiene el amor humano.  La educación en la fe no puede ser descuidada en la familia cristiana ni ser delegada, pues nadie puede reemplazar las enseñanzas paternas.

    Los catequistas –en las Parroquias o en los Colegios– pueden ayudar; pero recuerda: “los papás son los primeros educadores”. Tomemos este maravilloso y delicado trabajo muy en serio.