Para los que estamos involucrados en la educación –ya sea por ejercer como docentes o por ser estudiantes– mayo es un mes que invita a la celebración y a la reflexión.  

Generalmente se reflexiona sobre la responsabilidad y fortuna del maestro al enseñar y dejar legado en las nuevas generaciones; mientras que la celebración se hace notar más en los estudiantes, quienes se concentran en la diversión y el descanso por la suspensión de actividades con motivo de su día.


Necesidad del análisis reflexivo

Resulta poco común escuchar a los jóvenes haciendo algún análisis reflexivo respecto a su propio quehacer y desempeño como estudiantes; pareciera que no es una tarea importante cuestionarse acerca de ello y que esa responsabilidad recae sólo en los considerados “formadores”,  ya sean los padres, tutores o profesores.  

Es preocupante que la mayoría de los jóvenes no suele hacer un análisis sobre la importancia de su formación, del rol que tienen en ella y de las responsabilidades que supone por parte de ellos; esto seguramente se relaciona con las condiciones de su etapa del desarrollo y también con la falta de propósitos o metas a mediano y largo plazo. Es natural que los adolescentes y jóvenes sean impulsivos, poco reflexivos respecto del futuro y que sus intereses estén concentrados en la satisfacción inmediata; esto tiene que ver con su proceso de desarrollo; sin embargo, se encuentran en una etapa formativa en la que resulta necesario que se les enseñe y ejercite en la reflexión.

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    ¿Un proyecto de vida?

    Es poco frecuente que los chicos piensen en su plan de vida de manera objetiva y seria. He visto esta situación en la mayoría de los jóvenes universitarios, que a pesar de haber tenido orientación vocacional en su bachillerato apenas si tienen idea de lo que quieren estudiar, pero de forma disociada de la vida en su conjunto. 

    De esto se desprenden varios problemas en la formación académica de los chicos: ausentismo, bajo rendimiento (con el lema del mínimo esfuerzo), índices altos de reprobación, alargamiento de trayectorias académicas para concluir sus estudios, deserción académica, etc. Es verdad que en muchos de los casos estos problemas tienen que ver con las condiciones familiares y los contextos en los que viven los jóvenes, algunos de ellos que deben salir de sus comunidades de origen y deben trabajar para sostenerse y pagar sus estudios, enfrentando con ello serias dificultades en su rendimiento académico; algunos otros que atraviesan por dificultades familiares que interfieren en cierta medida su desempeño y trayectoria. 

    Pero también hay muchos otros que se encuentran poco involucrados en su proceso formativo porque mantienen la misma inercia y actitud con la que cursaron la educación básica, con la idea de que “hay que hacerlo” aunque no se sepa para qué… muchas veces incluso a pesar de no querer hacerlo.


    Tomar decisiones

    Viktor E. Frankl, creador de la logoterapia, ha dicho: “La educación en la actualidad, ya no puede seguir sus lineamientos tradicionales, sino que debe promover la capacidad de tomar decisiones de manera independiente y auténtica… Una conciencia viva y vital es lo único que puede capacitar al hombre para resistir los efectos del vacío existencial, llamado conformismo y totalitarismo”. 

    Este autor trabajó en la reflexión y análisis de la falta de sentido que viven las personas, y propone que la educación puede no sólo proporcionar ciencia, sino también “afinar la conciencia”, de manera que se eduque en y para la responsabilidad. Claro que educar de esta forma implica un acompañamiento y diálogo abierto por parte de los formadores, que no siempre resulta sencillo; también hace falta estar preparado para la confrontación necesaria en el discernimiento que debe realizar el joven respecto de lo que quiere, debe y puede hacer en función de sus objetivos a corto, mediano y largo plazo. Todos ellos, además, considerando el sentido de la vida de forma integral y no segmentada.