¡Todavía es tiempo!

Colaborador: Pbro. José Avila Gallo

Para celebrar los 375 años de la renovación milagrosa de la Imagen de Nuestra Señora del Rosario de Talpa se ha proclamado un Año Jubilar en la Diócesis de Tepic. Con el lema “Hagan todo lo que Él les diga”, inició el 19 de septiembre de 2018 y culminará el 19 de septiembre de 2019. 

Ante tal acontecimiento que está por concluir, es oportuno conocer el significado y la importancia de los Años Jubilares en la vida de la Iglesia para aprovechar todas las gracias que el Señor nos regala a lo largo de este tiempo y para profundizar en nuestra fe cristiana y en la devoción a nuestra Madre Santísima de Talpa.


¿Qué es un Jubileo?

La palabra “jubileo” proviene de la palabra hebrea “yobel”, que se refiere al cuerno de carnero que los judíos usaban como trompeta para llamar a una fiesta. De ahí que, para la Iglesia, la convocatoria a un Año Santo reviste las características de un Jubileo, es decir, una Gran Fiesta. Por eso también lo llamamos Año Santo Jubilar.


“Años Santos” en el Antiguo Testamento

Los hebreos descansaban el séptimo día de cada semana (shabat o sábado), siguiendo el mandato que habían recibido en la Ley de Moisés y emulando al Señor cuando, después de haber creado todo lo que existe, descansó el séptimo día.

Desde que el pueblo judío salió de Egipto celebraba cada 7 años un Año Sabático, en el que dejaban descansar la tierra para que ese año encontraran comida los pobres en el campo. Y cada 50 años celebraban un Año Jubilar dedicado al Señor. 

Sus raíces se encuentran en el Libro del Levítico, capítulo 25: “Habló Yahvé a Moisés en el monte Sinaí diciendo: Habla a los israelitas y diles: cuando hayan entrado en la tierra que voy a darles, la tierra tendrá su descanso en honor de Yahvé. Seis años sembrarás tu campo, seis años podarás tu viña y cosecharás sus productos, pero el séptimo año será de completo descanso para la tierra, un sábado en honor de Yahvé: no sembrarás tu campo, no podarás tu viña. No segarás los rebrotes de la última siega, ni vendimiarás los racimos de tu viña sin podar.

Será año de descanso completo para la tierra. Aún en descanso, la tierra les alimentará a ti, a tu siervo, a tu sierva, a tu jornalero, a tu huésped, que residen junto a ti. También a tus ganados y a los animales de tu tierra servirán de alimento todos sus productos.

Contarás siete semanas de años. Siete veces siete años: de modo que el tiempo de las siete semanas de años vendrá a sumar cuarenta y nueve años. Entonces en el mes séptimo, el diez del mes, harás resonar el cuerno por toda tu tierra.

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    Fue San Jerónimo quien latinizó la palabra y la pasó a la versión latina de la Sagrada Escritura (conocida como Vulgata) como Jubilum (júbilo), que originalmente expresaba el grito de alegría de los pastores; después simplemente alegría, gozo y esperanza.

    Declararán santo el año cincuenta y proclamarán en la tierra liberación para todos sus habitantes. Será para ustedes un jubileo, cada uno recobrará su propiedad, y cada cual regresará a su familia. Este año cincuenta será para ustedes un jubileo”.

    Esta institución jubilar nunca se realizó totalmente hasta las últimas consecuencias. Era más un deseo del Corazón de Dios que una realidad totalmente vivida por el pueblo de Israel. Por eso los profetas anunciaban la llegada del Mesías, quien establecería el verdadero año jubilar, un año de gracia y de perdón.


    Cristo establece el tiempo definitivo de gracia y salvación

    En el Evangelio de Lucas (capítulo 4, versículo 14 y siguientes) está escrito: “Vino a Nazaret, donde se había criado y, según su costumbre, entró en la sinagoga el día sábado y se levantó para hacer la lectura. Le entregaron el volumen del profeta Isaías y, desenrollando el volumen, halló el pasaje donde estaba escrito: «El Espíritu del Señor está sobre mí, porque me ha ungido para anunciar a los pobres la Buena Nueva, me ha enviado a proclamar la liberación de los cautivos y la vista a los ciegos, para dar la libertad a los oprimidos y proclamar un año de gracia del Señor». Enrollando el volumen lo devolvió al ministro y les dijo: «Esta Escritura que acaban de oír se ha cumplido hoy»”.

    Con Cristo se establece definitivamente el tiempo de gracia y de la salvación. Con su Encarnación, Muerte y Resurrección comenzaron ya los tiempos definitivos. Todos los días y todos los lugares son buenos para encontrarnos con la misericordia de Dios.


    ¿Por qué celebramos Años Jubilares?

    El propósito fundamental es “repartir” de una manera abundante entre los hijos de la Iglesia las gracias que nos ha merecido Cristo, y para concientizar a los fieles sobre la gran necesidad que tenemos de la misericordia de Dios. Al mismo tiempo, el Jubileo nos invita a ser misericordiosos con los demás, como Dios lo es con nosotros: así como recibimos el perdón de Dios hemos de estar dispuestos a ofrecer nuestro perdón a los hermanos.

    Celebrar un Jubileo es “como abrir las puertas del cielo para que desciendan las bendiciones de lo alto a todos aquellos que lo imploren”. La Iglesia cree en el mandato del Señor: “Yo te doy las llaves del Reino de los Cielos: lo que ates en la tierra quedará atado en el cielo, y lo que desates en la tierra quedará desatado en el cielo” (Mateo 16,19); por eso ofrece a sus fieles periódicamente esta oportunidad de vivir el “año de gracia” del Señor, dándoles la oportunidad de recibir no sólo el perdón de los pecados, sino también la purificación de las penas que el pecado trae consigo.

    fuegos artificiales en la una noche
      hombre mayor en iglesia reflexionando

        Los Años Santos en la Historia de la Iglesia 

        Desde tiempos muy antiguos empezaron a aparecer los Jubileos en la Iglesia, siempre relacionados con peregrinaciones a Lugares Santos como Roma (donde están las tumbas de San Pedro y San Pablo), Tierra Santa (lugares de la vida pública y del Misterio Pascual de Cristo), Compostela (venerando la tumba del Apóstol Santiago), etc.

        En el año 1300 el Papa Bonifacio VIII instituyó el primer Jubileo Cristiano; fue un tiempo de celebración y de perdón de los pecados, la gente fue animada a acercarse al sacramento de la reconciliación y a ganar indulgencias por la práctica de buenas obras.

        Como la longevidad no era más allá de cincuenta años, el Papa Clemente VI cambió el tiempo de la celebración a veinticinco años, para así permitir que la gente lo pudiera disfrutar dentro de su propia generación.


        Oportunidad para experimentar “cuan bueno es el Señor”

        El Papa Juan Pablo II, en la Tertio Millenio Adveniente señala que “El término “jubileo” expresa alegría: no sólo alegría interior, sino gozo que se manifiesta exteriormente, ya que la venida de Dios es también un acontecimiento exterior visible, audible y tangible. Por tanto, el jubileo no puede quedar sólo al interior de quien lo celebra, sino que debe haber manifestaciones externas que inviten a otros a sumarse.

        Por eso la celebración de un Año Santo es una fiesta para la Iglesia, un momento de gracia y bendición, un tiempo para acercarse de mejor manera al Señor. Una oportunidad para probar y saborear “cuan bueno es el Señor”.


        Además de los Años Santos que declara la Iglesia Universal, en ocasiones especiales la Santa Sede aprueba la proclamación de un Año Santo “Extraordinario” o Especial en algunas diócesis o lugares santos por alguna especial conmemoración, como ha sucedido este año en la Diócesis de Tepic.Todavía es tiempo para aprovechar las gracias que el Año Jubilar Diocesano nos ofrece.

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