El mensaje del Papa Francisco para la 53ª Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales –que en esta ocasión se celebra el domingo dos de junio–, es una invitación a reflexionar sobre el fundamento y la importancia de nuestro estar en relación, así como a redescubrir, en los desafíos del contexto comunicativo actual, el deseo del hombre que no quiere permanecer en su propia soledad.


La internet

El Internet es un lugar que permite acceder al saber, pero también un espacio que nos expone a la desinformación, a la distorsión de hechos y a la distorsión de las relaciones interpersonales.

Las redes sociales “sirven para que estemos más en contacto, nos encontremos y nos ayudemos los unos a los otros; pero, por otro lado, se prestan también a un uso manipulador de los datos personales con la finalidad de obtener ventajas políticas y económicas, sin el respeto debido a la persona”.

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    Otra manera de formar parte

    Sin embargo, para el Papa, “la red puede también potenciar nuestro autoaislamiento, como una telaraña que atrapa”, y nos propone otra manera de ser parte de la red. 

    “La metáfora del cuerpo y los miembros nos lleva a reflexionar sobre nuestra identidad, que está fundada en la comunión y la alteridad”. Afirma que para comunicarse con nosotros –y para nosotros– Dios se adapta a nuestro lenguaje, estableciendo en la historia un verdadero diálogo con la humanidad.

    “El auténtico camino de humanización va desde el individuo que percibe al otro como rival, hasta la persona que lo reconoce como compañero de viaje”. Por eso, “el uso de las redes sociales sólo es complementario al encuentro en carne y hueso, que se da a través del cuerpo, el corazón, los ojos, la mirada, la respiración del otro”.


    La red que queremos

    La mirada de inclusión que aprendemos de Cristo nos hace descubrir la alteridad de un modo nuevo, como parte integrante y condición de la relación y de la proximidad.

    Ésta es la red que queremos. Una red hecha no para atrapar, sino para liberar, para custodiar una comunión de personas libres. 

    La Iglesia misma es una red tejida por la comunión eucarística, en la que la unión no se funda sobre los likes, sino sobre la verdad, sobre el amén con el que cada uno se adhiere al Cuerpo de Cristo acogiendo a los demás.

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