Después de varios meses de sequía llegaron las lluvias, y con ellas la necesidad de hacer algunos ajustes en nuestras “rutinas”. 

Los chicos han salido de vacaciones, lo que significa  la llegada de bastantes oportunidades para padres e hijos, en cada caso por diferentes motivos. Por una parte hay posibilidad de hacer actividades que no podrían realizarse con tanta disponibilidad de tiempo por el tema de acudir a clases y a las actividades normales del ciclo escolar, esto pensando en los chicos; por otra, los padres nos vemos obligados a desarrollar la creatividad y a trabajar en la paciencia, porque eso de tener a los hijos en casa puede resultar una tarea agotadora física y emocionalmente.


La tentación del ensimismamiento

Siendo período vacacional y teniendo tantos dispositivos, hoy en día es muy probable que los jóvenes se encuentren entretenidos con la tecnología, lo que a los padres “nos viene muy bien”, porque siempre resulta más cómodo que el chico esté atado a su dispositivo y recluido en su habitación o en algún rincón de la casa, y si trae puestos los audífonos mejor, así no molesta tanto con sus ruidos. La verdad es que nos estamos perdiendo de un tiempo valioso que no volverá; estamos desaprovechando oportunidades para interactuar y conocernos desde un enfoque diferente a la rutina necesaria para vivir el día a día que exige el resto del año.

Con el pretexto (expuesto como reclamo) de que “¡son vacaciones!, los chicos utilizan de forma bastante desordenada y poco productiva su tiempo; se levantan exageradamente tarde, pasan todo el tiempo pegados al televisor, hacen maratones de series que terminan venciéndolos por la madrugada, desajustan sus horarios de alimentación y no quieren realizar repaso metódico y constante de los conocimientos que lograron adquirir durante el año; de los quehaceres domésticos… ¡Ni hablar!, también están de vacaciones. 

Seguramente si eres padre de familia te habrás identificado; esos comportamientos de los hijos durante las vacaciones son de lo más comunes y como padres nos lamentamos. Pero en todo ello se evidencia una falta de acompañamiento de nosotros como padres, y es que acompañar implica salir. A los padres también nos gusta la sensación de poca exigencia y falta de disciplina durante las vacaciones; eso de no tener que discutir ni regañar para que se realicen algunos deberes es algo que procuramos; el problema es que luego sufrimos los estragos del desorden cuando hay que retomar la rutina.

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    Disfrutar de la vida afuera

    En muchas ocasiones los padres de familia hacemos hasta lo imposible por mantener el ritmo de vida, o la rutina, incluso en verano; en la mayoría de los casos porque los padres no salen de vacaciones al mismo tiempo que los hijos.

    Algunos tienen la posibilidad de inscribir a sus hijos a cursos de verano en los que aprenden cosas nuevas, se ejercitan, cultivan algún talento y además tienen la oportunidad de conocer personas nuevas y convivir en un contexto distinto al escolar convencional. Otros tienen el reto de organizarse y solicitar el apoyo de familiares, destinar algún tiempo para organizar actividades para los hijos y encontrar espacios para coincidir con ellos.  

    No importa mucho cuál es tu situación, si se puede ir o no a un curso en verano es lo que menos importa; lo realmente importante es salir y vivir experiencias nuevas con otras personas porque eso nos permite saborear la vida, conocernos mejor, identificar nuestros límites y nuestras capacidades, identificar el tipo de personas a las que somos afines y con las que debemos  esforzarnos un poco más, identificar las necesidades de los que nos rodean y encontrar la forma de ayudarlos. Hay muchos regalos que Dios nos hace en las personas y en todo lo que nos rodea; cuando nos quedamos encerrados en casa o entretenidos en un dispositivo lo que sucede es justo eso: “el dispositivo nos tiene”, se vuelve un amo esclavizante.

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      La alegría de ser lluvia para otros

      Una vez aprovechados y disfrutados los regalos que Dios nos hace es importante compartir con otros.

      Así como la lluvia llega como esperanza después de un tiempo de sequía, también nuestra presencia puede ser lluvia para aquellos familiares y amigos que no hemos visto desde hace mucho tiempo; incluso puede ser que tu presencia sea motivo de alegría para un desconocido.

      Recordemos la cita bíblica “Hay más alegría en dar que en recibir” (Hch 20, 35) pensando en todo lo bueno y agradable que hemos recibido por la gracia de Dios y que podemos compartir con los demás.

      En los pocos días que restan de vacaciones podrían organizar algunas experiencias de este tipo para vivirlas juntos como familia, incluso podrían hacer una lista de actividades para realizar en el resto del año inspirados en la obras de misericordia.

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