¿Por qué el Miércoles de Ceniza cambia de fecha cada año?

El Domingo de Resurrección es la fecha más importante del Año Litúrgico. Es el centro, eje y fundamento. 

    Este Domingo se celebra con fecha variable cada año. Ha de ser el Domingo siguiente a la primera luna llena de primavera, que ocurre después de la luna nueva del equinoccio primaveral (alrededor del 21 de marzo); esto acontece en un paréntesis de 35 días: entre el 22 de marzo (ni un día antes) y el 25 de abril (ni un día después).

    Con esta explicación se entiende por qué la Semana Santa cambia de fecha cada año; y desde ahí se entiende por qué el Miércoles de Ceniza también es variable cada año. Porque el tiempo de Cuaresma, que comienza el Miércoles de Ceniza, concluye el Domingo de Ramos (anterior al Domingo de Resurrección). A partir del Domingo de Ramos hagamos el conteo de días hacia atrás, y nos dará exactamente 40 días. Por tanto, el Domingo de Ramos termina la Cuaresma y, a su vez, empieza la Semana Santa.

      ¿Por qué el color morado?

      Porque es signo de austeridad y penitencia. Es el tiempo de enfrentar nuestros propios pecados ante el corazón misericordioso de Jesús crucificado. Nos recuerda que Jesús en su pasión fue vestido con una túnica morada (púrpura), signo de realeza (Cfr. Mt 27,28; Mc 15,17).

      ¿Por qué la ausencia de flores en las Iglesias?

      Porque contribuye pedagógicamente a la actitud de sobriedad de nuestra pobreza de espíritu en espera de las bellas y abundantes gracias del Señor en su Pascua gloriosa. Así se nos prepara para resaltar la alegría pascual de la Resurrección.

      ¿Por qué el ayuno y la abstinencia?

      Porque la Cuaresma es tiempo fuerte de penitencia, es decir, de conversión. “Poenitemini”, en latín significa conversión. 

      Nos negamos a nosotros mismos para escuchar el llamado amoroso de Jesús: “Sígueme” (Mt 9,9; 19,21; Mc 1,17-18; 3,13-14); seguirlo en total desprendimiento de nuestro ego, según las exigencias del mismo Jesucristo: “El que quiera seguirme que se niegue a sí mismo” (Lc 9,23). 

      La conversión es seguimiento, adhesión firme a la Persona de Jesús. Las renuncias del ayuno y la abstinencia, junto con la meditación orante de la Sagrada Escritura, nos disponen para obedecer siempre a su llamado. Así las renuncias no caen en las cosas renunciadas, sino en la persona del creyente. No es, pues, la renuncia por la renuncia, sino el mejor y más equilibrado desarrollo de sí mismo, para vivir mejor los valores superiores, para el dominio sobre nuestros instintos y la libertad del corazón. 

      En ese someterse humildemente a Dios consiste nuestra verdadera grandeza y nuestra auténtica libertad. Estas actitudes, asumidas en el Espíritu Santo, toman vida en la escucha meditativa de la Palabra de Dios en ambiente de oración. De esta forma, la Sagrada Escritura hecha oración se convierte en Palabra viva que viene de Dios.

      ¿Qué significa la ceniza?

      Significa la consciencia de la nada, de la muerte, de la caducidad del ser humano; es decir, que nuestra vida en la tierra es pasajera, que algún día vamos a morir y que nuestro cuerpo se convertirá en polvo. 

        Todo lo material que tengamos aquí se acaba. De ahí las palabras del ministro: “Recuerda que polvo eres y en polvo te convertirás”. También, y sobre todo, significa nuestra propia pascua penitencial: convertirnos a la Persona de Cristo resucitado, habiendo muerto a la mala vida de pecados para resucitar con Él a la vida de la gracia. De ahí: “Arrepiéntete y cree en el Evangelio”. Algo debe quemarse y destruirse en nosotros: el hombre viejo, para dar lugar a la novedad de la vida pascual del Señor Glorioso.

        Las cenizas que se utilizan se obtienen quemando las palmas usadas el Domingo de Ramos del año anterior. Esto nos recuerda que lo que fue signo de gloria pronto se reduce a nada.

        Sugerencias para los Sacerdotes

        Para mejorar el sentido de la Cuaresma, consideremos los sacerdotes algunas sugerencias pastorales:

        Imponer la ceniza –tanto como se pueda– por tandas, con pequeñas catequesis o leyendo cualquiera de las dos Lecturas, el Salmo, o el Evangelio del día que vienen en el Leccionario I; podemos hacer un breve silencio.

        En la celebración diaria de la Eucaristía podemos usar:
        Los saludos litúrgicos propios de este tiempo
        (M. R. pág. 459/BAC 459-460).

        La tercera fórmula del acto penitencial
        (M. R. pág. 469-471/BAC 469-471).

        Ni qué decir de las oraciones y prefacios propios. Por cierto, es bueno usar el esquema de la Misa votiva de Santa María de Guadalupe para el tiempo de Cuaresma (M. R. 1137-1138/BAC 1185-1186).

        Los formularios para la oración universal
        (M. R. 1282-1284/BAC 1351-1355).

        Las Plegarias Eucarísticas de la Reconciliación I y II (M. R. 626-636/BAC 636-647), cuando lo dicte el sentido litúrgico pastoral.

        La “Oración sobre el Pueblo” que viene cada día al terminar inmediatamente la oración después de la comunión.

        Los ejercicios espirituales, según los grupos, los podemos terminar con una celebración penitencial de acuerdo al libro del Ritual de la Penitencia: pág. 120-129, el cual ofrece también guías novedosas para el examen de conciencia (pág. 173-193); entre ellos llama la atención el examen para niños (pág. 184) y para jóvenes (pág. 185).

        Esta celebración puede concluir confesando a los fieles, lo cual será mejor si, de común acuerdo, nos ayudamos fraternalmente los sacerdotes de los decanatos respectivos.

        Ojalá que los viernes, en las iglesias o capillas, recemos comunitariamente el Viacrucis que nos prepare para que el Viernes Santo, a la hora conveniente, lo recemos por las calles, concluyendo éste con la celebración litúrgica de la Pasión del Señor.

        Si algunos hemos preparado con anticipación, y más intensamente en la Cuaresma, a catecúmenos (niños grandes, jóvenes o adultos) para su bautismo, recordemos que, desde las primitivas comunidades, el día más significativo es el Sábado Santo en la celebración de la Vigilia Pascual, durante la cual, según el Ritual de la Iniciación Cristiana de Adultos (RICA), deben recibir los tres Sacramentos que concluyen el proceso de la Iniciación Cristiana (RICA: pág. 176-189). En el número 362 se nos dice: “Si no está presenta el Obispo, el presbítero que haya administrado el Bautismo puede administrar la Confirmación”.

        El misal (M. R. pág. 328-337/BAC pág. 332-343) da las indicaciones para su administración en la Vigilia Pascual, y faculta al presbítero que confirió el bautismo administrar inmediatamente la Confirmación (Cfr. No. 53).

        Si no los recibieron en la Vigilia Pascual se les puede administrar en cualquier domingo de la cincuentena pascual (Cfr. RICA 343).