En este mes la Iglesia celebra en su Liturgia “el día de los inocentes”, a propósito del relato evangélico que Mateo propone en 2, 13-18. 

Cuando nace Jesús gobernaba Herodes el Grande; un hombre sanguinario, enfermo de poder y dispuesto a todo con tal de mantenerse en el poder: dispuesto hasta de asesinar a su propia familia; de hecho, manda ejecutar a su hijo mayor Antípatros.


Un misterio de dolor

Conocemos el texto de Mateo: Jesús nace en Belén de Judá en tiempos del Rey Herodes, se presentan en Jerusalén unos sabios de oriente preguntando sobre el rey de los judíos recién nacido, totalmente ajenos al problema que se estaban enfrentando. El Rey Herodes se alarma, investiga y arma un plan para localizar al supuesto rey anunciado por el profeta Miqueas en el siglo VIII antes de Cristo; pero no contaba el rey asesino con que Dios intervendría para burlar sus planes. “Entonces Herodes, viéndose burlado por los sabios se enfureció tanto que mandó matar a todos los niños de Belén y de todos sus alrededores que tuvieran menos de 2  años…”, y así se cumplió lo anunciado por el profeta Jeremías: “se ha escuchado  en Ramá un clamor, un gran llanto y lamento. Es Raquel que llora por sus hijos, y no quiere consolarse porque ya están muertos” (31,1ss).

imagen de pintura De los Santos inocentes

    Lo que quiere expresar Mateo en estos dos primeros capítulos, que son como su prólogo, es el cumplimiento de la profecía de Jeremías sobre la vía dolorosa por la que pasarán Jesús, sus padres con una espada clavada en el alma, y ahora estos inocentes arrebatados de los brazos de sus madres para matarlos inmisericordemente a pesar de la defensa de sus madres; una realidad terrible. Todo ese misterio de dolor lo desarrollará Mateo en el cuerpo del evangelio.


    Trágica historia de la humanidad

    ¿Cómo es posible que celebremos este acontecimiento de manera jocosa, burlesca e irresponsable, aún nosotros cristianos católicos? 

    Lo hacemos en otros casos: por ejemplo, comenzamos a celebrarle a la Virgen su triunfo en la Asunción, con mucha alegría y sentido cristianos, pero ahora le llamamos “la feria del elote”. Cambiamos la fiesta de Todos los Santos por el Halloween. En Estados Unidos a la gran fiesta de “Acción de Gracias”, por la tradición de cenar pavo, algunos le llaman “día del pavo”. Todo esto, por supuesto, no está bien, pero la manera de dirigirse y celebrar la fiesta de “Los Santos Inocentes” es inadmisible, porque, además, es la trágica historia de la humanidad: asesinar a los inocentes. Deberíamos ponernos de rodillas y decirle a Dios: ¡ten compasión de nosotros, por tanta sangre inocente derramada todos los días.


    La profecía y sus cumplimientos

    Las profecías bíblicas tienen un cumplimiento más o menos contemporáneo al profeta, pero se abre hacia el futuro, a otro momento de la historia. Todas se cumplieron plenamente en Cristo, pero vuelven a abrirse al futuro de la época cristiana. Por eso hablamos, por ejemplo, de los rostros de pobres de nuestro tiempo, así como Jesús dijo en la sinagoga de su pueblo, después de hacer la lectura de Isaías: “hoy se ha cumplido ante ustedes esta profecía” (Lc 4,21); nosotros queremos que se cumpla en nuestro hoy.

    imagen de un estomago roto, haciendo alucion al embarazo y el aborto

      Los inocentes de hoy

      Ahora hay muchos inocentes que están siendo asesinados de todas edades; inocentes en cuanto que mueren injustamente: secuestros, robos, tráfico de órganos, feminicidios por muerte y por rapto para ser traficadas. Millones de personas que desde niños –y ahora ya adultos– viven en situación de guerra. Millones de seres humanos que mueren de hambre por falta de alimentos, o mueren por falta de medicinas, o tratando de llegar a un lugar donde vivir en paz.

      Pero los que más reflejan a los Santos Inocentes que celebramos son los asesinados por aborto: son los más inocentes de todos, y su muerte es la más dramática; más que la de los niños de Belén y sus alrededores, porque intervienen muchos Herodes más enfermos y porque son muchísimas víctimas más en número: son millones. Pero sobre todo porque mientras aquella vez en Belén sus madres trataron de defenderlos y salvarlos, ahora son sus propias madres quienes deciden asesinarlos. Toda muerte de un inocente, desde Abel asesinado por su hermano Caín, clama al cielo; pero esta locura abortista, exigiéndolo como un derecho las propias madres, como dicen algunos: madres exigiendo el permiso para matar a su hijo, no tiene nombre, es crimen de lesa humanidad.

      Aunque no lo pensemos así, o no lo creamos, el aborto, por lo que es, va directamente contra el futuro de la humanidad. Insisto en el comentario de Santa Teresa de Calcuta a propósito de legalizar el aborto, y que fue una clara y cierta profecía:

      imagen de mujer detras de las rejas de una carcel

        “si una madre es capaz de asesinar a su hijo, de qué no será capaz el hombre”.

        Santos Inocentes, intercedan por la humanidad; que Dios tenga piedad de nosotros.