Arrancar mayo sin pensar en el amplio número de celebraciones que se dan en este mes es algo casi imposible; sin embargo, hay una festividad a la que ponemos mucha atención, que es el día de las madres. 

Pero, ¿por qué deberíamos poner atención a las madres más allá de lo que han hecho por cada uno de nosotros de manera concreta? Sencillamente porque independientemente de sus atenciones y amor, la maternidad, en la mayoría de los casos, puede dar lugar a ser un ejemplo de entrega y cuidado que pocas veces veremos en otras personas. 

¿Qué tan equilibrada está siendo esta relación de cuidados que debería ser bilateral? Creo que es un buen momento para pensar en ello.

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    La importancia del cuidado

    Como seres humanos vivimos en una constante interacción con las personas que nos rodean, y en gran medida éstas son relaciones de cuidados que inician desde que nacemos y se continuarán en el resto de nuestras vidas.  El cuidado es una respuesta natural a la preocupación e interés que tenemos por el bienestar de los otros y de uno mismo, ya que suele relacionarse con nuestra respuesta de supervivencia y de buscar estar bien. Así encontramos el cuidado físico, emocional y espiritual, entre otros. 

    Cabe señalar que el cuidado puede venir aparejado de otros valores relevantes para la interacción entre las personas, como puede ser la amistad, el amor, el compañerismo, la estima o incluso el interés, ya que no es raro que cuidemos a aquel colega que por enfermedad se retrasó en su trabajo o que queramos procurar a aquella amiga que se acaba de mudar a la ciudad y no conoce a nadie. Las personas nos preocupan, y como respuesta buscamos cuidarlas. Incluso, no resulta tampoco extraño que nos preocupen aquellas y aquellos que a veces ni conocemos, por ejemplo, cuando vemos a un niño solo llorando en un centro comercial o presenciamos un accidente con personas heridas. 

    Así, el sentido de cuidado es una parte natural de nuestro deseo de colaborar y ayudar a los otros, con la esperanza de que, a la larga, alguien también venga a nuestro auxilio cuando lo necesitemos.


    El cuidado como elemento de relación bilateral

    Las relaciones de cuidado suelen estar basadas en un alto nivel de bilateralismo. Tal vez procuramos a la amiga o amigo cuando lo necesitan, pero si a mediano o largo plazo no vemos una correspondencia, o por lo menos un compromiso hacia nosotros y nuestros intereses, el cuidado puede disminuir o incluso desaparecer. No hay algo más tóxico para el deseo de cuidar a otro que el desagradecimiento, por lo que el cuidado termina configurándose como algo valioso que tengo que ofrecer, pero que también quiero que otros me procuren. 

    Ciertamente, y como lo señalaba anteriormente, puede haber casos en que me preocupa la situación de un desconocido y busco cuidarle, sin embargo, esto suele venir aparejado con que mi situación me lo permita y que no sea una molestia o riesgo para mi persona. Muy pocas personas arriesgarían su bienestar, seguridad o salud para cuidar a alguien que lo requiere, salvo que este cuidado sea parte de su trabajo, el impulso de un momento o el pago de una deuda de cuidados.

    En este momento te invito a que reflexiones sobre la última vez que cuidaste o viste por el bienestar de un desconocido de manera desinteresada, y que pienses si esto que hiciste significaba una verdadera carga hacia ti, tu familia, tu economía o tu bienestar, o simplemente era una ayuda que, al no impactarte demasiado, no viste problema en realizar.

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      Dejemos claro que el ver y cuidar a otros, sobre todo a aquellos otros que no conocemos, no es una labor sencilla, ya que, en ocasiones, incluso el ver por aquellos que son significativos resulta un reto.

      La tía enferma, el bebé que llora toda la noche, el amigo que tiene una discapacidad, la hermana con COVID… son algunos de los múltiples casos en que ver por los otros suele terminar adaptándose a lo que podemos, ya que efectivamente queremos ayudar, pero dentro de los límites de nuestros recursos y de nuestra comodidad.

      Así, es dudoso que nuestro cuidado se apegue a lo que nos invitaba la Madre Teresa de Calcuta cuando decía que “hay que dar hasta que duela, y cuando duela hay que dar todavía más”. Pero, ¿quién está dispuesto a dar más allá de mi propio bienestar? ¿Acaso esto no rompería esta relación bilateral sobre la que cimentamos el cuidado?