Colaborador: Lic. Francisco R. Casillas Martínez

El pasado 10 de mayo el Papa Francisco dio a conocer la Carta Apostólica Antiquum Ministerium –que en su traducción al español significa “Ministerio Antiguo”–. En ella señala el reconocimiento y la importancia del servicio de los catequistas en la historia de la Iglesia, desde su inicio y hasta nuestros días.

La carta apostólica fue presentada en forma de Motu Proprio, documento de la Iglesia que  el Papa tiene la facultad de emitir por la potestad de dicho cargo y que, así como se traduce al español, es un documento dado por “iniciativa propia”.

El otorgar el carácter de ministerio a un servicio que por muchos años estuvo considerado como básico, refiere al reconocimiento que éste tiene a través de los años, y que influye mucho para la transmisión de la vida eclesial en su tradición, magisterio y doctrina.

Al servicio del Evangelio

La Carta “Antiquum Ministerium” consta apenas de once números, en los que de manera particular el Santo Padre ha querido realizar una retrospección del servicio que muchos bautizados han venido realizando y que, si bien es cierto, han sido reconocidos por influir en la evangelización, también han contado con grandes obstáculos para llevar el mensaje de salvación.  

El papa Francisco inicia su carta señalando lo que en la Sagrada Escritura San Pablo relata a los hermanos de Corinto (1Co 12, 28-31) y a los Gálatas (6,6). Por otro lado, cita también a Lucas el evangelista, cuya introducción es dirigida y personalizada a quienes se encargan de transmitir la fe por tradición, pero que pretende establecer de manera sólida lo que ya se sabe. 

El ministerio del Catequista - Revista Católica La Senda - Diócesis de Tepic - Carta apostólica del Papa Francisco
    Carta Apostólica llamada Antiquum Ministerium dedicada a los catequistas

    Quienes se dedican a la evangelización y a la transmisión de la fe, han de recordar que el envío y el mensaje no debe ser a título personal, sino que el Espíritu Santo es quien acompaña siempre a la Iglesia infundiendo sus dones para que todos los bautizados compartan su vida y “…de forma más orgánica, permanente y vinculada a las diferentes circunstancias de la vida, la enseñanza de los apóstoles y evangelistas (cf. Concilio Vaticano II, Dei Verbum, n. 8)


    Misión recibida en el Bautismo

    El trabajo comunitario que la Iglesia ha de realizar no puede quedar resumido únicamente al sector clerical o consagrado, sino que los seglares han de tomar en serio la misión que recibieron en el bautismo. 

    Ya desde el Concilio Vaticano II se habló de la importancia que tienen los laicos en la evangelización, y de cómo cada uno había de manifestar desde su propio carisma el trabajo en favor del Reino; no en balde el Papa Francisco recuerda lo contenido en el Decreto Ad Gentes, en el que señala que de manera colegiada han de trabajar los sacerdotes y los laicos.

    En un tenor similar al de Francisco, el Papa Pablo VI en su Carta Apostólica “Ministeria Quaedam” puntualizó el servicio del Acolitado y del Lector, no solamente para ofrecer a los laicos la posibilidad de servir así dentro de la Iglesia, sino que, impulsando desde esta ministerialidad, convenía que todos los bautizados reconocieran su labor dentro de la vida pastoral. 

    “No se puede negar, por tanto, que ha crecido la conciencia de la identidad y la misión del laico en la Iglesia” cita textualmente en el documento Evangelli Gaudium y con ello pretende realzar la importancia que tiene el laico en la misión como Iglesia, para que, impulsándolo desde este ministerio de catequesis, se comprometa llevarla a cabo desde su realidad.


    Una vida profunda de fe

    Finalmente, el documento señala las características que han de tener los candidatos para recibir este ministerio. Desde luego que el Obispo ha de considerar a la luz del Espíritu Santo a los idóneos, y estos han de contar con una vida profunda de fe y madurez humana, que tengan una participación activa en la comunidad y desde su sentido de pertenencia fraternalmente vivan en comunión; no obstante, han de recibir la formación adecuada a la naturaleza que exige tal ministerio para que puedan ser comunicadores y evangelizadores de la Verdad. 

    En comunión con los sacerdotes, han de realizar esta noble labor a la que han sido llamados y que si bien es cierto algunos la vienen realizando de antaño, conviene que se haga de acuerdo a las normas de la Santa Madre Iglesia exige, propiamente en la institución del ministerio de catequista.

    El ministerio del Catequista - Revista Católica La Senda - Diócesis de Tepic - Catequista dando clases

      La exhortación para cumplir el presente está dirigido a toda la Iglesia Universal, se pide a los Obispos hacer lo propio para llevar a cabo la formación necesaria previo a la institución de los ministros, así como sensibilizar a la feligresía de la importancia de los ministerios, pues el catequista asumiendo su compromiso bautismal, aporta en favor del Reino con entrega y entusiasmo, Dios suscite vocaciones a este ministerio laical. 

      ¿QUÉ ES UN MINISTERIO? 

      La palabra ministerio proviene del latín “ministerium” que significa servicio, o “minister” que significa servidor, dentro de la iglesia un ministro es aquel que presta un servicio de acuerdo a los carismas y dones que Dios le ha otorgado para que los ponga al servicio de los demás. 

      Sin embargo, no todos los servicios pueden ser considerados como ministerios; es decir, por un lado, existen los ministerios ordenados como es el caso de los diáconos, presbíteros y obispos, que son ministros ordenados a través de un Sacramento y configurados a Cristo como buen Pastor. 

      Así también, existen ministerios que de acuerdo al Papa Pablo VI se les denominó como órdenes menores, que en la carta apostólica “Ministeria Quaedam” se establecieron el acolitado y el lectorado.

      Por otro lado, están los ministerios no instituidos, pero que tienen importancia dentro de la vida de la Iglesia, como es el caso de los ministros extraordinarios de la comunión. 

      ¿QUÉ ES UN MOTU PROPRIO?

      Es una palabra del latín cuya traducción significa “movimiento propio”, o por “iniciativa propia”, y es el nombre que se le da a la acción que realiza el Papa en los documentos que él emite desde esa misma naturaleza, es decir, no como resultado de algún sínodo o exhortación, sino por la facultad que el Santo Padre tiene dentro de la Iglesia.