Colaborador: JCVP

Usualmente no es raro que el arranque del año venga acompañado de dos tipos de emociones. Por un lado, nos sentimos muy dispuestos a iniciar un nuevo ciclo de cambios motivados por el año nuevo, pero por otro lado, nos llega una emoción de tristeza por el cierre de las festividades. Para este texto quisiera enfocarme en esto último, ¿Por qué nos causa tanto pesar el cierre de la época de fiestas?

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    Desde hace un par de décadas el tercer lunes de enero es denominado el Blue Monday, o lunes triste, ya que se considera que es un día que alberga múltiples elementos que hacen que sea un día deprimente. Para este calificativo se considera el clima, que usualmente es frío en esta época del año, las deudas que se arrastran de las festividades, el tiempo restante hasta que sea nuevamente navidad, el reto que significan los propósitos de año nuevo, entre otros factores que hacen de este día especialmente triste.

    Pero, ¿qué hay detrás de las festividades que nos hacen tan felices? ¿Por qué no podemos conservar este empuje y hacer de nuestro año un motivo constante de cambio y preocupación por los demás?


    La familia

    Considero que uno de los principales elementos que nos traen las festividades es la cercanía con la familia. Salir a comprar los regalos con los hijos, emocionarnos por la posada en la que vemos a los hermanos y, claro está, la cena de navidad, en la que podemos reunirnos a convivir en un clima de estima. Pues bien, tengo que decirte algo, esto lo puedes seguir haciendo aunque no sea diciembre.

    Dispón un fin de semana por mes en el que tú y tu familia salgan juntos. Incluye una cena familiar por semana. Planea el dar un detalle a tus hijos sin un motivo aparente. La verdad es que es maravilloso salir a un centro comercial a inicios de diciembre y ver la felicidad que emana de las familias, sin embargo, no consigo entender por qué esto cambia el resto de los meses.

    Las amistades

    Algo que nos trae diciembre es la oportunidad de convivir con los colegas y amistades bajo la excusa de las posadas. Factiblemente no hablas con la secretaria de la empresa en todo el año, pero, por ser navidad, quieres abrir un espacio para preguntarle por sus intereses, su familia y sus planes para el cierre del año. Las posadas, más allá del alcohol y la comida, no es más que una reunión entre conocidos, que, con la excusa de las festividades decembrinas, se hacen un espacio para convivir. ¿Por qué no hacer una posada en enero o en febrero?

    Pareciera como si el resto del año no pudiéramos tener espacios de convivencia más allá de la oficina, o que incluso, no deberíamos ser cordiales con los colegas que no son directamente de mi área de trabajo. 

    Si el espíritu de las festividades lo trae la decoración y las luces, bien valdría conservarlas todo el año si con ello logramos extender la amabilidad y apoyo mutuo en el espacio de trabajo. Si el clima organizacional depende del árbol de navidad, creo que esto debería ser considerado como un elemento primordial por parte de Recursos Humanos.

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      El interés por ser mejor persona

      Otra característica de diciembre es el deseo que nos nace por cerrar bien el año, y con ello me refiero a una motivación por ser mejores personas. Es un gusto ver cómo hay familias que se esfuerzan en navidad por llevar juguetes o una cena especial para personas de bajos recursos, pero que tristemente se vuelve una situación que sólo se da en dicho momento del año. ¿Acaso la navidad es el único día que debemos ser amables con los otros? ¿O si no es año nuevo, no hay motivo para buscar ser mejores?

      El famoso espíritu de las festividades ciertamente nos hace reflexionar mucho más acerca de nuestra vida, nuestra familia y nuestro futuro, sin embargo, basta con darnos un momento durante la semana para encontrar este mismo espacio de análisis. ¿Por qué no darle una cena de navidad a una familia una vez al mes? ¿Acaso es distinto el ayudar al prójimo si no se da dentro del mes de diciembre? Creo que las emociones que tenemos de ser mejores personas y poner nuestro granito de arena por un mundo mejor son aspectos más profundos y que no deberían ser aislados a un mes del año.

      El interés por Dios

      Por último, ¿por qué encontramos las iglesias abarrotadas en diciembre, pero tan vacías en verano? Creo que hemos interpretado la navidad muy al pié de la letra, y consideramos que nuestra participación con nuestra comunidad debería enfocarse sólo con el nacimiento de Cristo. Esto no es coherente con lo que debe motivar a un buen católico.

      Como cristianos, somos parte de una comunidad en Cristo, y esto no es algo que sólo se dé en ciertas fechas. Es igual de importante estar presentes en misa de Navidad que en algún domingo ordinario, ya que aunque no esté montado el nacimiento, ésto no cambia el que Cristo está presente y podamos convivir como parte de una Iglesia. ¿Acaso somos cristianos festivos? Pues esto es algo que podemos responder con nuestros actos iniciando con este próximo domingo.

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        Un año de festividades

        Te invito a que hagas de todo tu año trece meses de festividades, que repitas la cena de navidad cada día 24 del mes, y que si aún así no te motivas, no quites las luces ni los adornos, ya que las festividades decembrinas deben ser sólo un motivo, pero no la razón de nuestra emotividad amable y amorosa. 

        Abre tu corazón a los cambios positivos, a la amabilidad, al amor al prójimo, a la ayuda mutua, a los detalles especiales, al abrazo cordial, y haz de ello una parte natural de tus días, para que sin importar el mes del año, tú vivas en un constante estado de celebración.

        Seamos uno con Cristo y para Cristo durante la primavera, el verano y el otoño, dando posada al hermano que lo requiere sin importar si es diciembre o julio; o deseando ser mejores personas más allá de los propósitos de año nuevo.

        Cada Navidad Cristo nace en nuestro corazón, no lo saquemos de él el resto del año.