Colaborador: Román Ramírez

La Democracia, más allá de los matices de su interpretación y de sus calificativos de “electoral”, “participativa”, “popular”, “social”, o cualquier otro, involucra dos términos: el demos (la población) y el kratos (la representación del poder y la fuerza en la mitología griega); en otras palabras, la Democracia refiere un poder que subyace en el pueblo.


México: un país democrático

En México, la Constitución nos afirma como un país democrático. Sin embargo, es uno de los países con peor distribución del ingreso y de la riqueza en el mundo. En otras palabras, supuestamente el pueblo tiene el poder; pero en los hechos, el poder ha estado en los dueños del dinero. 

Durante décadas, los gobernantes mexicanos desayunaban, comían y cenaban en eventos empresariales, escuchando con atención a los dirigentes de las cámaras y asociaciones para valorar y, en su caso, orientar a las políticas gubernamentales. En cambio, los sindicatos de trabajadores han sido desde hace un siglo –y con muchas excepciones– grandes corporaciones subordinadas al gobierno o a las empresas, cuya función, más que defender los intereses de los trabajadores, ha sido el actuar como “repartidores de favores” del gobierno o de las empresas, mecanismos de contención frente a posibles descontentos laborales, entes funcionales a las empresas en momentos fiscales difíciles y fábricas de regidores, presidentes municipales, diputados, senadores, gobernadores, etc.

Muchos dirigentes se han encumbrado por décadas como los grandes líderes; en algunos casos sin haber sido nunca obreros o campesinos.

 

Las formas de elección de los dirigentes han sido tan obscuras como el manejo de las finanzas de la mayoría de los sindicatos, o los criterios para la firma de contratos colectivos de trabajo.

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    ¿Representantes de los trabajadores?

    ¿Cómo es posible afirmar que somos democráticos, cuando ni siquiera hemos tenido la posibilidad de elegir democráticamente a nuestros dirigentes sindicales en el trabajo, el espacio en que pasamos la mayor parte de nuestra vida despiertos?

    Ésta es una de las razones por las que es muy importante la reforma laboral aprobada en días recientes: finalmente los sindicatos se podrán organizar libre y democráticamente; habrá voto libre, directo y secreto; podrán coexistir diversos sindicatos en una empresa y el más representativo dirigirá los procesos de negociación colectiva; los sindicatos deberán de reportar periódicamente su patrimonio; un líder sindical no podrá reelegirse sin que se señale expresamente cuánto tiempo o cuánta veces. En suma, los sindicatos podrán convertirse auténticamente en lo que siempre debieron ser: los representantes de los trabajadores.


    De la justicia laboral al poder judicial

    Otro aspecto clave es el paso de una justicia especial del mundo laboral, fuera del poder judicial, a la integración de los conflictos del trabajo al mundo del poder judicial. 

    Un tercer elemento central es la mayor protección para trabajos especiales, principalmente para las trabajadoras del hogar y para los jornaleros agrícolas. Deberá de establecerse un salario mínimo a ambos, condiciones de trabajo dignas y su registro al Seguro Social.

    No obstante, se mantienen límites que no se han superado:  la creación de un Seguro Nacional de Desempleo, la regulación del outsourcing, la redefinición de la productividad y el esquema para el reparto de sus beneficios;

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      así como la actualización de las tablas de enfermedades tradicionales.

      Pese a todo, la corrupción sindical y laboral no se acabarán de un día al otro; pero al menos existe la posibilidad de hacer las cosas diferentemente y que el trabajador recupere el derecho de usar su inteligencia colectiva y sus capacidades de organización en favor de la construcción de un País más justo y menos desigual.