El 24 de febrero conmemoramos en nuestro País el día de la Bandera, misma que, junto con el Escudo y el Himno Nacional, forma parte de los símbolos patrios que nos representan como Nación y a los cuales los mexicanos les debemos un respeto. Esto nos es inculcado desde la escuela en las clases sobre civismo, respeto que se muestra a través de actos tales como descubrirse la cabeza frente a la Bandera o al escuchar el Himno Nacional, o realizar cierto saludo, o incluso el deber de entonar el propio Himno, cuyas estrofas también es una obligación conocer.  

Ahora bien, ¿hasta qué punto el respeto a la Bandera Nacional se convierte en una adoración? La respuesta es sencilla: en ningún punto. Es decir, no existe similitud o analogía entre el respeto a los símbolos patrios y una adoración como la que rendimos a Dios. Y es que este punto es el que genera una polémica con algunos hermanos protestantes, lo cual trataremos de abordar y aclarar.

El respeto a los símbolos patrios es una obligación ciudadana

En nuestro País existe una Ley Sobre el Escudo, la Bandera y el Himno Nacionales, misma que en su artículo 21 establece: “es obligatorio para todos los planteles educativos del país, oficiales o particulares, poseer una Bandera Nacional, con objeto de utilizarla en actos cívicos y afirmar entre los alumnos el culto y respeto que a ella se le debe profesar”.  

En ese sentido, las escuelas inculcan a sus estudiantes ese respeto debido a la Bandera Nacional, mismo que se realizará de acuerdo a las formalidades que el artículo 14 de la Ley antes mencionada establece: “el saludo civil a la Bandera Nacional se hará en posición de firme, colocando la mano derecha extendida sobre el pecho, con la palma hacia abajo, a la altura del corazón. Los varones saludarán, además, con la cabeza descubierta. El Presidente de la República, como Jefe Supremo de las fuerzas armadas, la saludará militarmente”.   

En ese sentido es que en los eventos cívicos se rinden honores a la Bandera, y todos los mexicanos (niños y adultos) mostramos respeto a dicho símbolo patrio, llevando a cabo las solemnidades que marca la ley; circunstancia que, como se dijo, es  inculcada y aprendida desde la escuela.

La razón de los protestantes

No obstante ese respeto inculcado y establecido en la Ley, nos encontramos con la negativa de personas que manifiestan que no saludan ni se descubren la cabeza ante la Bandera so pretexto de que su religión lo prohíbe, ya que sólo alabarán a Dios y a nadie más. 

Este punto es entendible y, además, cierto. La Sagrada Escritura establece que efectivamente el pueblo de Dios sólo lo alabará a Él y rendirá culto al Señor. Pero aquí el error radica en que lo que rendimos a la Bandera no es alabanza, sino honores o respeto, por lo que el llevar a cabo los ritos y protocolos cívicos propios del lábaro patrio no es, en ninguna forma, una ofensa a Dios, ni puede considerarse un culto similar al religioso. 

El Estado respeta esa decisión

Las instituciones no pueden ser ciegas ante esta creencia. La Constitución Política de México prohíbe cualquier acto de discriminación por razones de creencias religiosas, ante lo cual permite que aquellos mexicanos que consideren prohibido por su religión rendir honores a los símbolos patrios no lo hagan. Es decir, en las escuelas se les permite a los estudiantes que no deseen rendir honores a la Bandera por motivo de su religión que se abstengan de ello; esto obedece precisamente a ese respeto por la diversidad cultural y de creencias, aunque esta manifestación sea equívoca, pues como ya se dijo: no se alaba ni adora a la Bandera u otro símbolo, sólo se le debe un respeto y se le rinden honores como parte de nuestro sentido de patriotismo.