El Sacramento del Orden y el Rito de Ordenación Sacerdotal

Colaborador: Pbro. Lic. Martín Monroy Pérez

Jesús es el sacerdote por excelencia, único y eterno sacerdote: fue constituido por Dios para ser nuestro salvador y mediador, quien a la vez es víctima por nuestra salvación (Cfr. Hb 3,1; 4,14; 5,5; 7,23-26).


Institución del sacerdocio 

En la última cena, una vez que Jesús consagra el pan y el vino, añade: “hagan esto en conmemoración mía” (Mt 22,19). Es decir, está dando a sus apóstoles la potestad de convertir el pan y el vino en su cuerpo y su sangre, lo cual significa que la Institución del sacerdocio se realiza en ese momento; a partir de entonces ellos podrán –en cuanto que ya son sacerdotes– continuar realizando la presencia eucarística de Jesús en la Iglesia y continuar su obra salvadora. 

imagen del sacerdocio, uno de los grados
    uno de los grados del sacerdocio, el sacerdocio

    Grados del sacerdocio 

    El Sacramento del Orden es el único que se recibe por grados; primero se recibe el diaconado, luego el presbiterado y algunos presbíteros reciben el episcopado.

    Episcopado

    El obispo es la máxima autoridad en la diócesis; es directamente el sucesor de los apóstoles y ha recibido en plenitud el Sacramento del Orden.

    Obispo de Tepic - Luis Artemio Flores Calzada
      uno de los grados del sacerdocio, el obispado

      Presbiterado

      El presbítero –o sacerdote– ha recibido el Sacramento del Orden en segundo grado; se constituye así en el más estrecho colaborador del obispo en la continuación iniciada por Jesucristo y continuada por la Iglesia.

      Participando en el grado propio de su ministerio, del oficio del único Mediador, Cristo (Cfr. 1 Tim 2, 5), anuncian a todos la Palabra Divina, presiden la Eucaristía y administran la Reconciliación. Ejerciendo en la medida de su autoridad –el oficio de Cristo, Pastor y Cabeza– reúnen a la familia de Dios como una fraternidad, animada con espíritu de unidad y la conducen a Dios Padre por Cristo en el Espíritu.

      Diaconado

      El diácono tiene como oficio propio administrar solemnemente el bautismo, reservar y distribuir la Eucaristía, asistir el matrimonio, llevar el viático a los moribundos, proclamar la Sagrada Escritura a los fieles, instruir y exhortar al pueblo, presidir el culto y la oración de los fieles, administrar los sacramentales y presidir el rito exequial. No puede celebrar la Santa Misa ni confesar.

      imagen de diaconado
        uno de los grados del sacerdocio, el diaconado

        El Sacramento

        Por la Ordenación sagrada se confiere a los presbíteros aquel sacramento que “mediante la unción del Espíritu Santo marca a los sacerdotes con un carácter especial. Así están identificados con Cristo Sacerdote, de tal manera que puedan actuar como representantes de Cristo Cabeza” (Presbyterorum Ordinis n. 2). Para servir al pueblo de Dios con fidelidad forman, junto con su Obispo, un único presbiterio dedicado a diversas funciones.


        EL RITO DE LA ORDENACIÓN DE UN PRESBÍTERO

        En la celebración de la Eucaristía, después de la proclamación del Evangelio se realiza el Sacramento de la Ordenación Presbiteral con el rito propio. 

        Ritos introductorios

        Inicia con la elección del candidato a través de un interrogatorio. 

        Los presbíteros participan del sacerdocio de Cristo; su ministerio está subordinado al del Obispo y se ejerce en comunión con los demás miembros del presbiterio, desplegándose en el anuncio del evangelio, la celebración del culto divino –cuya fuente y cima es la Eucaristía–, el pastoreo del pueblo de Dios y realizándose imitando al Buen Pastor, que no vino a ser servido, sino a servir.

        Luego se realiza la homilía, que es una conversación familiar. Es una exhortación fraternal, clara a los oyentes en torno a la Palabra que se ha escuchado, exponiendo los misterios de la fe y las normas de vida cristiana a partir del texto sagrado. El obispo exhorta al ordenado a ser fiel al ministerio que recibe.

        Se realizan las promesas del elegido. El elegido se compromete a ser fiel colaborador del orden episcopal guiado por el Espíritu Santo, dedicarse a la proclamación de la Palabra Divina y la administración de los sacramentos. Una promesa destacada es la obediencia al obispo –que le confiere el orden presbiteral– como a sus sucesores. 

        Se cantan de forma solemne las letanías, en las cuales todos imploran la gracia de Dios en favor del candidato al presbiterado. Se invoca a  todos los santos, representada por algunos de los grandes nombres de la historia que Dios teje con los hombres. De este modo, también en el presbítero se reaviva esta conciencia: no está solo. La muchedumbre de los santos de Dios lo protege, lo sostiene y lo conduce. El elegido se prostra en tierra indicando su fragilidad y la confianza en Dios. Es  la expresión bíblica más común para indicar la sumisión, el abandono y oración.  El Santo Cura de Ars decía: “Me postré consciente de mi nada, y me levanté sacerdote para siempre”.

        Ritos estrictamente sacramentales

        Acto seguido es la imposición de manos del obispo y la plegaria de ordenación, elementos importantísimos en este sacramento. 

        La imposición de manos del obispo –y que también los presbíteros realizan– indica que se incorpora a un presbiterio. 

        Luego el obispo realiza la plegaria de ordenación; los presbíteros permanecen en silencio porque ellos tienen el sacerdocio, pero no el poder de comunicarlo. La plegaria de ordenación insiste en un carácter eclesial y misionero del ministerio presbiteral: “sean sinceros colaboradores del orden episcopal, para que la Palabra del Evangelio llegue a toda la tierra y todos los pueblos, congregados en Cristo, formen el pueblo santo de Dios”. 


        Ritos explicativos 

        Son símbolos y gestos que facilitan la comprensión del rito de ordenación.

        Al nuevo presbítero se le coloca la estola al estilo presbiteral y la casulla. La estola va bajo la casulla porque la estola es lo primero que se recibe en la ordenación, y la casulla va encima de todo porque ésta simboliza la caridad que lo cubre todo. Dicho de otra manera, la caridad es lo que debe saltar más a la vista en el sacerdote; es lo que lo debe distinguir, más que otra cosa.

        La estola es símbolo de la dignidad sacerdotal.  Simboliza el vestido de gloria con el que será revestido el siervo bueno y fiel por el Señor en recompensa de sus méritos. Sólo Dios puede darnos dicho traje y hacernos dignos de presidir su mesa, de estar a su servicio. Como se lleva sobre el cuello se la asimila a un yugo, el dulce yugo de Nuestro Señor; es decir, las obligaciones del estado sacerdotal. Simboliza a las ovejas que el buen pastor lleva sobre sus hombros.

        A continuación se realiza la unción  de las manos con el santo Crisma; simboliza el poder santificador que confiere el presbiterado, cuyo centro es la Eucaristía. Si bien el presbítero santifica al pueblo con la celebración de los sacramentos, la predicación de la palabra y el ministerio pastoral, la unción de manos simboliza, por lo tanto, el poder ministerial del presbítero. La unción significa la consagración de la persona en su totalidad a Cristo y a la Iglesia.

        La entrega de la patena con el pan, y el cáliz con vino y agua, la realiza el obispo, y simboliza la potestad eucarística del presbítero, que debe modelar su ministerio y su vida. 

        Rito conclusivo

        El rito conclusivo consiste en el intercambio de la paz entre el obispo y el nuevo presbítero, y con los demás presbíteros, como signo de haber sido incorporado a la comunidad presbiteral. Después, el ordenado ocupa el primer lugar entre los presbíteros concelebrantes.

        Compromisos de la comunidad cristiana

        • Ser responsables de sus sacerdotes.
        • Hablar a los jóvenes de la vocación sacerdotal.
        • Orar por las vocaciones sacerdotales.
        • Orar por los sacerdotes que han administrado los sacramentos para nuestra salvación. (El sacerdote que nos bautizó, confesó, celebró la primera comunión, la acción de gracias, el matrimonio, etc) .

        Sí, la Iglesia está viva; ésta es la maravillosa experiencia que hemos vivido en la ordenación presbiteral.