El primer testigo en proclamar a Cristo

La Iglesia Católica celebra el 26 de diciembre la festividad de San Esteban, primer mártir de la historia, quien derramó su vida en la proclamación del Resucitado.

De acuerdo al libro de los Hechos de los Apóstoles, Esteban era uno de los hombres que tenía una cercanía estrecha con los apóstoles, de hecho, gran defensor de Jesucristo y de la propagación de la doctrina de la primitiva Iglesia, principalmente entre los judíos, y que por hablar de la vida del resucitado causó gran desconcierto entre la comunidad. 

La tradición señala que él, a causa de su afán por evangelizar a los judíos, fue llevado ante el Tribunal o el Sanedrín, para ser acusado con falsos testigos, los cuales argumentaron que Esteban afirmaba que Jesús iba a destruir el templo y a erradicar las leyes de Moisés (Hch 6, 8ss).

Una vez presentado ante los tribunales, se dice que Esteban pronunció un discurso mediante el cual fue recordando toda la historia del pueblo de Israel, tomando como herramienta de conversión la historia del mismo pueblo para exhortar a los judíos a rectificar su modo de vida; así pues, los reprendió por no reconocer al Salvador, y además de llegar a crucificarlo. 

La historia narra que fue contemporáneo de Saulo de Tarso, quien posteriormente será converso al cristianismo y adoptará el nombre de Pablo; así mismo, después de haber expresado su discurso, fue apedreado. Antes de morir, las palabras que acompañaron al mártir fueron: “Señor Jesús, recibe mi espíritu”, y de rodillas, con fuerte voz dijo: “Señor, no les tengas en cuenta este pecado” (Hch 7, 60).

Primer Martir de la historia, San Esteban. Revista católica La Senda de Fray Junípero - Centro Diocesano de Comunicaciones

    Protomártir en la Iglesia

    Se le conoce como “protomártir” porque fue el primero en derramar su sangre proclamando su fe en Cristo. La palabra protomártir viene del vocablo griego “protos”, que significa primero, y “martyros”, que significa testigo, de ahí que ante tal azaña la Iglesia lo haya elevado con tal categoría. 

    Después de Pentecostés, los apóstoles se encargaron de esparcir el mensaje de Cristo ante la comunidad, primeramente a los más cercanos, siendo también partícipe Esteban.

    El libro de los Hechos de los Apóstoles también señala la participación activa y desinteresada de él, además de sus virtudes que sobresalían a la vista de todos: “…y eligieron a Esteban, varón lleno de fe y del Espíritu Santo” (Hch 6, 5).

    Lo más cercano al nacimiento del hijo de Dios 

    Al ser Esteban uno de los diáconos primigenios de la Iglesia, y por el hecho de morir derramando su sangre proclamando a Cristo, se dice que se colocó su festividad justo después del nacimiento del Salvador para darle realce a este suceso histórico, que según los historiadores no fue un acto de violencia de la multitud, sino una ejecución judicial. 

    Antiguamente se celebraba a San Esteban el día 3 de agosto, puesto que ese día se habían encontrado sus reliquias, pero por indicaciones del Papa Juan XXIII es que se suprimió esta fecha y se quedó únicamente la que ahora conocemos, el 26 de diciembre. 

    San Esteban es patrono de Roma, al igual que de muchos gremios obreros, por ejemplo los mozos de cuadra, cocheros, canteros, etc., y protector contra algunas enfermedades. Su nombre en griego significa “corona”.


    El amor traducido en testimonio

    Definitivamente lo que impulsó a Esteban a entregar su vida por Cristo fue la gracia derramada por el Espíritu Santo y la fortaleza en la sabiduría divina, el conocimiento de la vida del pueblo de Israel y la predicación que los apóstoles habían compartido con ellos; fue lo suficientemente necesario para que Esteban demostrara que conocía perfectamente la doctrina universal que Jesús compartió con los suyos y que él, sin conocerlo en persona, asumió como suya por ese “kerygma” que tuvo con el Señor gracias a la predicación de los apóstoles. 

    Se dice que en el año 415 se llevó a cabo el descubrimiento de las reliquias de San Esteban y que fueron trasladadas a la Basílica de San Lorenzo extramuros, cuyo lugar acoge también las reliquias de este santo martirizado hacia el año 258. En el lugar existía un oratorio que Constantino I mandó edificar en el supuesto lugar del martirio de San Lorenzo, pero no fue hasta el año 580 cuando el Papa Pelagio II pidió la construcción de la actual basílica para la veneración de ambos mártires.

    La corona del martirio ha sido el mayor regalo que Dios otorga a los que siguen sus pasos y se atreven a dar su vida por Él; el testimonio de los santos ha de servir como aliciente para quienes estamos aún en la vida cotidiana y que esperamos algún día alcanzar la gloria prometida.