La Iglesia, desde siglos, ha considerado la oración del Santo Rosario como uno de sus tesoros, y ha visto siempre una particular eficacia confiando las causas más difíciles a su recitación comunitaria y a su práctica constante.
“En momentos en los que el pueblo de Dios mismo estaba amenazado, se atribuyó a la fuerza de esta oración la liberación del peligro, y la Virgen del Rosario fue considerada como propiciadora de la salvación (Cfr. Rosarium Virginis Mariae, n. 39).

Refugiarse bajo el cuidado de María
En tiempos críticos y angustiosos siempre el principal y constante cuidado de los católicos ha sido refugiarse bajo el cuidado de María, y ampararse a su maternal bondad, lo cual ha demostrado que la Iglesia Católica ha puesto siempre, y con razón, en la Madre de Dios toda su confianza.
En efecto, la Virgen, exenta de la mancha original, escogida para ser la Madre de Dios y asociada por lo mismo a la obra de la salvación del género humano, goza cerca de su Hijo de un favor tan grande como nunca han podido ni podrán obtenerlo ni los hombres ni los Ángeles. Así pues, le es dulce y agradable conceder su socorro y asistencia a cuantos lo pidan.
Auxiliadora, Bienhechora y Consoladora de los cristianos
Esta piedad tan grande y tan llena de confianza en la Reina de los cielos, nunca ha brillado con más resplandor que cuando la violencia de los errores, el desbordamiento de las costumbres o los ataques de adversarios poderosos han parecido poner en peligro a la Iglesia de Dios.
La historia antigua y moderna, y las memorias de la Iglesia, recuerdan las preces públicas y privadas dirigidas a la Virgen Santísima, como los auxilios concedidos por Ella. E igualmente, en muchas circunstancias, la paz y tranquilidad fueron obtenidas por su intercesión.
De ahí estos excelentes títulos de Auxiliadora, Bienhechora y Consoladora de los cristianos. Entre todos los títulos, es muy especialmente digno de mención el del Santísimo Rosario, por el cual ha sido bendecido el Pueblo de Dios.
Santo Domingo, propagador del Santo Rosario
No ignoramos cuántos sinsabores y amarguras causaron a la Santa Iglesia a fines del siglo XII.
Contra tan terribles enemigos, Dios suscitó en su misericordia al insigne Padre y Fundador de la Orden de los Dominicos, Santo Domingo.
Este héroe, grande por la integridad de su doctrina, por el ejemplo de sus virtudes y por sus trabajos apostólicos, se esforzó en pelear contra los enemigos de la Iglesia Católica, no con la fuerza ni con las armas, sino con la más pura fe en la devoción del Santo Rosario, que él fue el primero en propagar.
Gracias a este modo de orar, aceptado, regulado y puesto en práctica por la Orden de Santo Domingo, inició a arraigarse la piedad, la fe y la concordia, y quedaron destruidos los proyectos de los herejes, y muchos extraviados volvieron al recto camino.

La eficacia y el poder de esa oración se experimentaron en el siglo XVI, cuando los innumerables ejércitos de los turcos estaban en vísperas de imponer el yugo de la superstición y de la barbarie a casi toda Europa. Con este motivo, el Papa Pío V invitó a todos los católicos a orar por medio del Santo Rosario en esta lucha, de la cual salieron victoriosos, y por este motivo, en agradecimiento a tan grande beneficio, quiso que se consagrara con una fiesta en honor de María de las Victorias el recuerdo de ese memorable combate, y después Gregorio XIII ratificó esta festividad con el nombre de Santo Rosario.
Oración agradable a la Santísima Virgen
Así, el Papa Clemente XI, decretó para la Iglesia universal la festividad del Santo Rosario, demostrado que esta forma de orar es agradable a la Santísima Virgen y tan propia para la defensa de la Iglesia y del pueblo cristiano, como para atraer toda clase de bendiciones en medio de tribulaciones.
Muchos Papas han fomentado y recomendado con especiales elogios el rezo del santo Rosario. Urbano IV aseguró que el rosario proporcionaba todos los días ventajas al pueblo cristiano; Sixto V dijo que ese modo de orar cedía en mayor honra y gloria de Dios, y que era muy conveniente para conjurar los peligros que amenazaban al mundo; León X declaró que se había instituido contra los herejes y las herejías, y Julio III le apellidó loor de la Iglesia.
San Pío V dijo también del Rosario que, con la propagación de estas preces, los fieles empezaron su fervor en la oración, y que llegaron a ser hombres distintos a lo que antes eran; que las tinieblas de la herejía se disiparon, y que la luz de la fe brilló en su esplendor.

Por último, Gregorio XIII declaró que Santo Domingo había instituido el Rosario para apaciguar la cólera de Dios e implorar la intercesión de la bienaventurada Virgen María.
Invitamos y exhortamos vivamente a todos los cristianos a que, de manera personal, en el seno de su familia o parroquia, oremos el Santo Rosario en este mes de Octubre, consagrado a la Reina del santo Rosario.
Alentados por esta esperanza nos ponemos en las benditas manos de Dios por la intercesión de la Virgen María, a quien ha puesto como intercesora y Madre, y le rogamos con todas nuestras fuerzas que derrame abundantes gracias sobre nosotros los que rezamos el Santo Rosario.