Las vacaciones de fin del ciclo escolar se acercan; y los papás están preocupados por lograr que sus hijos aprovechen, de la mejor manera, este tiempo.  

Hoy en día las vacaciones no se entienden como un tiempo para no hacer nada, sino como un tiempo para dedicarse a actividades diferentes a las habituales.


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    Educar en la comunicación

    Las vacaciones, el tiempo libre, o el ocio –como queramos llamarlo– es un formidable auxiliar en la vida de cada familia, pues nos ofrece un grande abanico de posibilidades para seguir educando, pero a la vez para convivir: papás e hijos, hermanos con hermanos, familia extendida, amigos, vecinos, etc., y así poder desarrollar aspectos de nuestra personalidad diferentes a los que se desarrollan durante el trabajo cotidiano.

    Se trata de un tiempo excelente para tener momentos tranquilos de comunicación entre marido y mujer y entre padres e hijos; esto se necesita más cuando, debido al trabajo de los papás, ordinariamente hay poca comunicación entre ellos y los hijos.  Aprovechemos estos días para convivir más con nuestros hijos, enterarnos de cómo piensan, en qué necesitan apoyo extra, ver cómo anda su vida espiritual, etc.

    Educar en la planeación

    Las vacaciones de verano de los hijos es muy largo, por lo que necesitamos planificarlo muy bien. Debemos ser muy organizados, aún más cuando papá y mamá continúan con su trabajo cotidiano, con la finalidad de que no se conviertan en un fomento a la vagancia, en un tiempo en el que nadie se divierte y, en cambio, se pierdan los beneficios adquiridos poco a poco durante todo el ciclo escolar.

    Lo primero es que los hijos, aunque no asistan a la escuela, deben tener un horario.  La hora de levantarse debe de ser fija y bien determinada, bien negociada con los hijos,  pudiendo  ser menos estricta que durante el año escolar, pero nunca tan relajada de manera que los hijos pasen gran parte de la mañana “tirados” en la cama;  esto debe cuidarse especialmente con los adolescentes.


    Educar en las virtudes

    También deberán ayudar en las labores de casa, con plena exigencia de papá y mamá; debemos involucrarlos en esas limpiezas extraordinarias que se hacen pocas veces al año, pero que son muy convenientes, pues nos dan oportunidad de revisar cada quien (sobre todo si ya son “mayorcitos”)  jugueteros, libreros, escritorios, burós, closets… y así sacar ropa, juguetes o útiles que ya no se usan y que están en buen estado, pudiendo ser donados a alguna institución o familia que los necesite. Así estaremos practicando varias virtudes, como el orden, el desprendimiento y la  generosidad, entre otras.

    Además, pueden tender su cama, ayudar a poner y recoger la mesa para los alimentos, lavar los platos,  y un sinfín de actividades que ellos pueden hacer y que les servirán mucho para cuando crezcan y vayan a la universidad.


    Educar en el deporte y el estudio

    Deberán tener actividades al aire libre, como ir a la playa, a la alberca, practicar algún deporte de conjunto, salir en bicicleta, etc.; pero lo importante es que hagan ejercicio.  Esto puede ser contratado en un  curso preparado especialmente durante el verano o realizarlo como actividad familiar o con algunas otras familias con hijos de edades similares.

    Es importante que en un determinado momento del día realicen  un poco de estudio, que no sea fatigoso o aburrido, sino que repasen algún tema de lo visto

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      durante el curso o practiquen la lectura leyendo un buen libro adecuado a su edad.


      Educar en la sana diversión

      Hay que tener especial cuidado con la televisión y los videojuegos; éstos deberán ser siempre supervisados, con un horario bien cuidado y estricto.  Es preferible que vean una buena película, si se puede en compañía de sus papás, saboreando un buen tazón de palomitas preparadas por ellos mismos.

      Durante este tiempo se recomienda realizar diferentes actividades, de manera que haya equilibrio entre las que contribuyen con la formación académica y las que  son  de diversión.  Como padres hemos de lograr un buen equilibrio, especialmente en las actividades libres,

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        para que de esta manera ayudemos a que nuestros hijos desarrollen sus talentos, aprendan nuevas cosas y descubran habilidades que ni siquiera ellos conocían.



        Educar en la espiritualidad

        “El tiempo de vacaciones es para muchos una magnífica ocasión para encuentros culturales, para largos momentos de oración y contemplación en contacto con la naturaleza o en monasterios y centros religiosos. Al disponer de más tiempo libre, nos podemos dedicar con mayor facilidad a hablar con Dios, a meditar en la Sagrada Escritura y a leer algún libro útil y formativo. 

        Quienes experimentan este descanso del espíritu saben cuán útil es para no convertir las vacaciones en un mero entretenimiento o diversión. La fiel participación en la celebración eucarística dominical ayuda a sentirse parte viva de la comunidad eclesial, también cuando se está fuera de la propia parroquia. Dondequiera que nos encontremos, siempre necesitamos alimentarnos de la Eucaristía” (Benedicto XVI, 13 de agosto de 2006).