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    La Cuaresma es un tiempo de gracia donde Dios se muestra como Padre misericordioso que acoge y recibe a sus hijos arrepentidos; porque Dios no quiere la muerte del pecador, sino que se convierta  y viva.

    Cuaresma: tiempo de conversión y reconciliación

    La conversión personal consiste en despojarnos de todo lo negativo, dejar el corazón perverso  y estrenar un corazón nuevo, porque Cristo nos dice: “lo que sale del hombre es lo que mancha al hombre, porque del corazón de los hombres salen las intenciones malas, las fornicaciones, los robos, los homicidios, los adulterios, las codicias, las injusticias, los fraudes, el desenfreno, las envidias, la difamación, el orgullo y la frivolidad.  Todas estas maldades salen de dentro y mancha al hombre” (Mc 7, 20-23). 

    Durante la Cuaresma –sobre todos los domingos– se resalta la misericordia de Dios que acoge al pecador, lo renueva, lo hace una criatura nueva.

    La Cuaresma es un tiempo para restablecer las buenas relaciones con nuestros  hermanos, reconciliarnos con todos los que hayamos ofendido y perdonar a quienes nos hayan ofendido.

    Es un tiempo de reconciliación con Dios y con nuestros hermanos, y así prepararnos con todos a celebrar la fiesta de La Pascua (Pasión, Muerte y Resurrección de Cristo).

    Tiempo de ayuno, de oración y de misericordia

    El ayuno consiste en privarnos de algo para compartirlo con nuestros hermanos, pero sobretodo de practicar  las obras de misericordia.

    El ayuno que agrada al Señor es: “abrir las prisiones injustas, compartir el pan con el que tiene hambre, dar hospedaje a los pobres que no tienen techo… cuando veas a alguien desnudo cubrirlo y no desprecies a tu semejante,  entonces brillará tu luz en las tinieblas, tu oscuridad se volverá mediodía” (Is 58,6- 8 y  Mt 25, 34 -40).

    Durante esta Cuaresma que estamos iniciando te invito a estrenar un corazón nuevo; reconcíliate con Dios y con tus hermanos,  medita en la Palabra de Dios y practica las obras de misericordia.

    +Luis Artemio Flores Calzada

    VIII Obispo de Tepic