En abril del año pasado, con ocasión de las fiestas pascuales, el Papa Francisco escribió una meditación titulada “Un plan para resucitar”, y lo primero que nos puede llegar a la mente es encontrarnos con un plan detallado a manera de programa en el que se especifica el modo y el conjunto de medios necesarios para llevar a cabo nuestra meta u obtener el fin deseado. 

Pensamos, por ejemplo, en un plan de vida personal, un plan financiero, de negocios, de trabajo, de estudios, etc. 

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    No es esa la intención del Papa, al menos no en una primera instancia, sino el trazar las pinceladas más generales –pero al mismo tiempo imprescindibles– para que, a partir del mensaje del Resucitado, con los valores humanos y cristianos que conlleva, podamos adentrarnos con una fe, esperanza y caridad renovadas al tiempo que sigue después de la pandemia.


     

    Un mensaje siempre actual

    Seguramente el Santo Padre, al igual que muchos de nosotros, pensaba que esta contingencia sanitaria no se prolongaría más allá de algunos meses, y aunque esa meditación fue ofrecida para la pascua del 2020, su contenido por fundamentarse en el mensaje de Jesús sigue actual, vigente, y quizá más necesario que hace un año, porque la vivencia de esta cuarentena que se ha extendido más allá de todo cálculo nos deja mucho para la reflexión personal y comunitaria. 

    Con la intención de confirmarnos en la fe, disipando las dudas e incertidumbres con el mensaje de quien es la Verdad, de retomar el rumbo con Jesús Camino y de celebrar la victoria sobre la muerte con quien es la Vida –y la ofrece en abundancia– Francisco, como pastor y guía espiritual, pone los cimientos de una reconstrucción global para que la depresión y la tristeza no ganen terreno en una sociedad que parece va perdiendo la esperanza, y que con sistemas económicos y políticos erráticos, nos llevan a la desolación.

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      Resucitar después de la pandemia

      ¿Cuáles son las líneas o criterios de acción que nos propone el Papa Francisco para resucitar después de la pandemia? Sin pretender agotar o reducir los alcances de la meditación que el Papa ofrece, he querido –y a manera de decálogo– presentar lo que pudiera ser un itinerario post-pandémico que nos lleve a una renovación integral, a la construcción de la civilización del amor.

      1.- “A vino nuevo, odres nuevos”

      Este camino tiene como presupuesto la convicción de entrar a la “nueva normalidad” también con actitudes y acciones nuevas. No pretendamos responder a una nueva realidad y a nuevos retos repitiendo las mismas acciones, porque lo más probable es que el camino se vuelva pesado y desistamos en el intento; en el peor de los casos, responder a una nueva realidad sin renovación personal es condenarnos al fracaso, y evidencia una vez más la incapacidad de aprender de lo vivido. Necesitamos una nueva actitud frente a las adversidades.


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