Ser imagen y semejanza de Dios –psicológicamente visto– consiste en conscientizarnos de ser la única creatura con intencionalidad: con la capacidad de crear propósitos dirigiéndolos necesariamente al Bien, a la Verdad, al Amor y a la Justicia.


Superarnos a nosotros mismos

El Año Litúrgico y el Año Civil prácticamente inician y terminan muy cercanamente, y una tradición que puede ser muy sana y fecunda es la de hacer propósitos de Año Nuevo. 

Muy temprano en el Año Nuevo, la espiritualidad del renacer que nos ofrece las meditaciones sobre el bautismo, dejando atrás al “falible” ser humano que fui, y pensar en una mejor versión de mí mismo más “perfectible”, me invita a hacer planes de renovación. Siempre tenemos que aspirar a superarnos a nosotros mismos, y el comienzo de un año es un gran momento para escribir un nuevo capítulo de nuestra vida.

De hecho, muchas veces los propósitos que hacemos son exactamente los mismos que hicimos el año que terminó; por ejemplo: “ahora sí voy a hacer ejercicio”, “ahora sí dejaré de fumar”, o bien, “este año voy a hacer el propósito de ahorrar”.

Intentarlo de nuevo

Es famosa esta época del año por lo que sucede con esos propósitos, que deben ser: Específicos, Medibles, Alcanzables, Relevantes, Gratificantes y Rastreables. No importa cuántas veces hayas fallado, siempre puedes volver a intentarlo.

Para lograr los propósitos de Año Nuevo no basta una lista de ellos, sino un plan de acción concreto y objetivo. Haz tus propósitos sobre ti; elige una fecha para empezar; modificar tu ambiente te ayudará a cumplir tus propósitos.

imagen del año dos mil veinte

    Enfrenta tu temor al cambio

    ¿Acaso podrán crearse en familia? ¿Vincularlos a propósitos de mi comunidad será sano y fecundo? Claro que sí. Comprométete con alguien más a cumplirlos.  Habla con otros sobre tus metas, pues las personas renuncian a sus propósitos debido a la falta de autocontrol, el exceso de estrés,  las emociones negativas y por no tomar en cuenta opiniones de gentes significativas en su vida, o porque no reconocen sus conductas sociales autodestructivas. 

    También porque tus propósitos son muy grandes y poco realistas; tienes muchos propósitos a la vez; tu propósito es muy poco específico; to tienes claro ni por qué ni para qué te lo propusiste; no construyes un sistema que te respalde… así que prevé las dificultades y prepárate. 

    Enfrenta tu temor al cambio. Planifica real y objetivamente. Usa herramientas espirituales. No persigas lo que no necesitas. Escoge pocos y limítate a ellos. Define cada objetivo claramente. Enlista los beneficios que esperas para ti y para los demás. Mantenlos siempre presentes. Enfócate en el proceso y no en el final. Recompénsate a ti mismo. Busca el respaldo de tu grupo de apoyo. Sé específico.

    Acuérdate de la Constancia, Perseverancia, Consistencia, Insistencia y Prudencia. Construye un sistema de respaldo. No los pospongas. Deja a un lado el temor al cambio. Empieza con un solo propósito. Convierte tu propósito en acción lo más pronto que puedas. No olvides ponerles un toque de misticismo.


    Dios se hizo Hombre “con un propósito”

    A propósito de misticismo: ¿recuerda usted qué estamos festejando en esta época? Celebramos que Dios se hizo humano (Jn. 1,14). Dios se humanizó “adrede”, es decir, con un propósito: que usted aceptara divinizarse y compartiera con Él su mismísima existencia, “partícipes de la naturaleza divina” (Catecismo de la Iglesia Católica, n. 460).

    Me atrevo a decir que la causa número uno de todos los problemas humanos actuales parten de una pérdida de sentido de vida por una brutal deshumanización en todos aspectos. Los discípulos de Jesús de ayer y hoy padecemos propuestas mundanas que llevan a una individualidad, egocentrismo, indiferencia hacia nuestros semejantes y hacia la vida misma. Ideologías que han barrido de nuestro corazón los valores fundamentales intrínsecos a nuestra propia naturaleza con un descarnado relativismo que en vez de vincularnos nos cosifican: nos deshumanizan.

    niños con abuelita leyendo

      ¿Qué tal si en esta hermosísima época nuestros propósitos apuntaran hacia la humanización, que nos capacita para ser partícipes de la naturaleza divina propia del Niño que adoramos? ¿Le parece un buen propósito de año nuevo?