“Nos dirigimos a todos los hombres de buena voluntad para exhortarlos a celebrar «El Día de la Paz» en todo el mundo, el primer día del año civil, 1 de enero de 1968. Sería nuestro deseo que después, cada año, esta celebración se repitiese como presagio y como promesa, al principio del calendario que mide y describe el camino de la vida en el tiempo, de que sea la Paz con su justo y benéfico equilibrio la que domine el desarrollo de la historia futura”.

Con estas palabras el Papa, ahora San Pablo VI, establecía la Jornada Mundial de la Paz teniendo como trasfondo y contexto histórico, entre otros, la guerra de Vietnam y la prolongación de la llamada “guerra fría”.

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    Y añadía el Papa: “La proposición de dedicar a la Paz el primer día del año nuevo no intenta calificarse como exclusivamente nuestra, religiosa, es decir católica; querría encontrar la adhesión de todos los amigos de la Paz, como si fuese iniciativa suya propia, y expresarse en formas diversas, correspondientes al carácter particular de cuantos advierten cuán hermosa e importante es la armonía de todas las voces en el mundo para la exaltación de este primer bien, que es la Paz, en el múltiple concierto de la humanidad moderna”.

    La paz representa la plenitud de la vida

    Propongo como punto de partida que tengamos en cuenta lo que el Magisterio nos dice sobre la paz, centrándonos en el Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia (números del 488 al 520).

    Comienza el Compendio diciendo que la paz, antes que un don de Dios al hombre, es un atributo esencial de Dios. Dios es paz, y donde hay violencia no puede estar Dios. En la revelación bíblica la paz es mucho más que la simple ausencia de guerras; la paz representa la plenitud de la vida porque genera fecundidad, bienestar, prosperidad, ausencia de temor y alegría profunda, por ello la paz debe ser tenida como la meta de la convivencia social.

    La Iglesia Católica, con intención de servicio y de ejemplo, quiere simplemente «lanzar la idea», con la esperanza que alcance no sólo el más amplio asentimiento del mundo civil, sino que tal idea encuentre en todas partes múltiples promotores, hábiles y capaces de expresar en la «Jornada de la Paz», a celebrarse al principio de cada nuevo año, aquel sincero y fuerte carácter de humanidad consciente y redimida de sus tristes y funestos conflictos bélicos, que sepa dar a la historia del mundo un desarrollo ordenado y civil más feliz”.

    La paz es un valor y un deber universal, y la auténtica y verdadera paz es fruto de la justicia, como el respeto del equilibrio de todas las dimensiones de la persona humana. La paz es también fruto del amor porque, nos dice el Compendio, la verdadera paz tiene más de caridad que de Justicia, y se construye día a día en la búsqueda del orden querido por Dios; la paz sólo puede florecer cuando cada uno reconoce la propia responsabilidad para promoverla. La violencia no constituye jamás una respuesta justa; la violencia destruye lo que pretende defender: la dignidad, la vida, la libertad del ser humano.


    ¿Qué hace la Iglesia por la paz? 

    Tengamos en cuenta que la promoción de la paz es parte integrante de la misión de la Iglesia, que como “sacramento de Cristo” está llamada a ser signo de paz en el mundo y para el mundo. La Iglesia promueve la unidad de los cristianos y una fecunda colaboración con los creyentes de otras religiones. La Iglesia enseña que una verdadera paz es posible sólo mediante el perdón y la reconciliación, un camino en ocasiones largo y difícil, pero no imposible. 

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      La Iglesia lucha por la paz con la oración que abre el corazón, no sólo a una profunda relación con Dios, sino también al encuentro con el prójimo. La oración infunde valor y sostiene a los verdaderos amigos de la paz. 

      Con los mensajes que año con año nos ofrece, la Iglesia no sólo instruye, sino que exhorta a que seamos constructores, amantes y promotores de paz. Finalmente, nos dice el Compendio de Doctrina Social, uno de los aportes que la Iglesia hace a la sociedad son las Jornadas Mundiales de la Paz, celebraciones de especial intensidad para orar invocando la paz y para comprometerse a construir un mundo de paz. 

      Los Mensajes Pontificios para esta ocasión anual constituyen una rica fuente de actualización y desarrollo de la doctrina social, e indican la constante acción pastoral de la Iglesia en favor de la paz.

      Puedes leer el artículo completo en nuestra revista impresa, edición Enero 2022.

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